Claves para ser feliz

Gracias, Nuccio Ordine, por abrirnos los ojos a la utilidad de lo inútil

Desde pequeños somos educados bajo principios utilitaristas y pragmáticos: “no pierdas el tiempo”, “no hagas eso”, “no leas eso que no te va a servir de nada”, “al que madruga dios le ayuda”, y otras directrices vitales ofrecidas por padres, profesores y líderes que nos implantan como GPS o brújula de la vida, lo práctico y lo útil. El viejo aforismo latino: “Primero vivir, después filosofar”.

Sin embargo, nacemos para morir, o más bien vivimos para desempeñar el papel que nosotros mismos improvisamos sobre el escenario. El emperador romano Augusto en su lecho de muerte confió a sus amigos que “La función ha terminado, aplaudid si lo he hecho bien”. El estratega griego Pericles, en idéntico último trance confesó que “Lo más grande y glorioso que hay en mi vida es que no he hecho vestir de luto a ningún ateniense. Grandes y pequeños, ricos y pobres, avispados y estúpidos, cuando llega la hora final (o el minuto final), si tienen ocasión, suelen mirar por el retrovisor y hacer su balance de la vida en términos de frutos obtenidos.

Viene al caso porque ha fallecido Nuccio Ordine, el profesor de literatura italiana, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2023, -a los 64 años, por derrame cerebral- autor de la espléndida obra “La utilidad de lo inútil” (Acantilado, 2013). Es un ensayo humanístico sobre el valor de la cultura, de la curiosidad, de sentir y asomarse a la vida sin guiarse por la cosecha a obtener. Es una breve y amena obra, cargada de numerosas referencias a novelistas, filósofos, científicos y otros amantes del mal vivir, entendido como dedicados a la funesta manía de pensar (Ortega) o de conocer por el puro placer de aprender.

No es una obra cualquiera. De hecho, es uno de los pocos casos en que adquirí la obra en formato electrónico y me gustó tanto, que la compré en papel, para colocarlo entre ese puñado de libros que siempre quisiera tener a mano y no olvidar. En suma, una obra que demuestra con palabras la utilidad de lo inútil, y que paradójicamente me resulta muy útil para continuar mi línea de abrirme al conocimiento, con indiferencia de su efecto práctico.

Una de las numerosas citas de su obra ejemplifica estupendamente su visión. Se trata de la cita de un conocido pasaje del discurso pronunciado por David Foster Wallace ante los graduados de una universidad estadounidense en 2005:

… “Había una vez dos peces jóvenes que iban nadando y se encontraron por casualidad con un pez mayor que nadaba en dirección contraria; el pez mayor los saludó con la cabeza y les dijo: “Buenos días chicos. ¿Cómo está el agua?

Los dos peces jóvenes siguieron nadando un trecho; por fin, uno de ellos miró al otro y le dijo: “Qué demonios es el agua?”

El propio Wallace explica la moraleja:

El sentido inmediato de la historia de los peces no es más que el hecho de que las realidades más obvias, ubicuas e importantes son a menudo las que más cuestan de ver y las que más cuestan de explicar.

A su vez, Nuccio Ordine, completa lúcidamente la explicación:

Como les sucede a los dos peces más jóvenes, no nos damos cuenta de qué es en verdad el agua en la que vivimos cada minuto de nuestra existencia. No tenemos, pues, conciencia de que la literatura y los saberes humanísticos, la cultura y la enseñanza constituyen el líquido amniótico ideal en el que las ideas de democracia, libertad, justicia, laicidad, igualdad, derecho a la crítica, tolerancia, solidaridad, bien común, pueden experimentar un vigoroso desarrollo.

Mejor no se puede decir. Lo que he intentado, y sigo intentando enseñar a mis tres hijos, con poco éxito (me temo). O como recuerda el autor citando a Stevenson (La isla del tesoro), “ser es más valioso que tener”. Ni se trata de ser esclavo de lo útil, ni tampoco del placer (el “carpe diem” requiere lectura inteligente y no frívola).

De hecho, mis allegados suelen recriminarme cariñosamente que dedico mucho tiempo a estar enfrascado con la antigüedad griega y romana (me fascina), a aprender italiano sin otro método que la inmersión en películas y noticieros en esa lengua, o alimentar un par de blogs sin rentabilidad económica; o algo más anecdótico como dedicar tiempo a una laboriosa construcción de un biombo de madera (pese a ser un chapuzas sin don artesanal alguno), a disfrutar de viejas canciones que me dejaron huella (Mecano, Gabinete Caligari, por ejemplo), o leer poetas pasados (Benditos Espronceda, Machado o Walt Whitman), o a visitar en Santander al último de mis profesores escolapios del que tenía noticia de que vivía, y como no, uno de mis vicios favoritos: pasear por librerías de ocasión de las ciudades que visito (Córdoba y Granada, recientemente).

Eso por no hablar del vistazo ocasional que dedico a algunos afortunados libros de mi biblioteca esperando turno para ser leídos. En cambio, los libros jurídicos –que me dan el sustento por actualizarme– cada vez me atraen menos y me producen desencanto. No por ser inútiles, sino porque hay novelas, poesías, melodías, paseos, ensayos y películas que me seducen más.

Sin embargo, si hago lo que me complace en mi fuero interno, y no molesto a nadie, hago lo correcto y me siento feliz. O sea, soy dueño de emplear ese crédito que llamamos tiempo de vida.

Así que, agradezco vivamente a Nuccio Ordine que me haya confirmado que, con mi actitud abierta hacia las humanidades, con mi desdén hacia quienes me decían que iba en dirección contraria a lo útil, realmente estaba haciendo digna la vida de ser vivida. Me encanta la cita que efectúa de Oscar Wilde: “Lo superfluo, cosa muy necesaria”.

Para finalizar recomiendo vivamente esta microcharla de cinco minutos de Nuccio Ordine, titulada significativamente: ¿estudio lo que me gusta o lo que puede darme trabajo? Creo que nos resultará muy familiar y edificante.

1 comentario

  1. Decía Lorca que si estuviera desvalido en la calle no pediría un pan sino medio pan y un libro. Con ello reivindicaba la supervivencia. Pero no una cualquiera. Solo aquélla que tuviera conocimiento, dignidad y fuera humana. Nuccio Ordine (escritor, filósofo, profesor y humanista) vino al mundo con la curiosidad puesta. Ese innato «querer saber» era toda una declaración lorquiana de intenciones que resultaba tanto más llamativa por venir de alguien que por su origen (familia en la que nadie había estudiado y pueblo mísero en el que ni siquiera había libros) estaba destinado a ser insignificante.

    Quizás fuera por eso que optó por ser un infatigable estudioso, un fino escrutador y un dominador virtuoso de los clásicos. Porque el saber auténtico reside en ellos. Y los clásicos, además de ser siempre actuales, tienen todas las respuestas. Pero, ahí no quedó la cosa. Obtenido el «botín» quiso compartirlo con todos. Porque Ordine estaba convencido de que el milagro que necesita toda sociedad -que es lo mismo que decir todo niño- es un buen profesor -porque no te pueden robar las cosas buenas que has aprendido-. Así, a través de sus libros, entrevistas, viajes y enseñanzas (fiel reflejo de su excepcional personalidad y sabiduria), hizo de altruista fuente y poderoso aspersor (de humanismo y cultura) y refrescante memoria y luminoso recordatorio (de nuestra dignidad, reales necesidades y auténticos valores como seres humanos) para evitar que el secarral del olvido lleve a la desorientación, la pérdida de sentido y el vacio (superficialidad, dogmatismo, conveniencia, utilitarismo, insensibilidad , mercantilismo, deshonestidad y falsas urgencias).

    Juan Cruz, uno de sus mejores conocedores y entrevistadores, lo resumía magistralmente: «sacó del cajón de la sabiduría, que es como una planta perenne, lo más importante de lo aprendido y lo convirtió en una especie de poema de los saberes que, al hacerse parte de una obra moderna, se hizo un manifiesto contemporáneo».

    P.D. Sí, querido José Ramón, ser es más valioso que tener. Aunque eso suponga alimentar un par de blogs sin más rentabilidad que la de ayudar a otros a disfrutar, a saber y a «ser». Yo soy uno de ellos y nunca se lo podré agradecer lo bastante. Cultivar la utopía, como decía Ordine, es fundamental para cambiar el mundo. Al fin y al cabo lo imposible solo tarda en pasar un poco más… que lo utópico.

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