Lobos disfrazados

Confieso que discrimino por razón de seso

Discrimino. Sí. Lo siento. No por razón de raza o sexo, pero sí por causa del “seso”, o sea, a los estúpidos. Y los evito porque es inútil discutir o razonar con ellos ya que no entienden las razones ni las quieren entender.

 

No es lo mismo cometer estupideces que ser estúpido. Yo he cometido y seguiré cometiendo muchas a lo largo de la vida: dejarme la llave dentro de casa; no colocar el tapón del depósito tras irme con el coche de la gasolinera; salir del supermercado con más cosas de las que pensaba comprar y muchas que no necesitaba; perder horas de mi vida intentando hacer trabajos de jardinería que podría pagar con el fruto de mi trabajo empleando la quinta parte del tiempo; no quejarme en el restaurante cuando el jefe de comedor me pregunta sonriente si nos gustó la horrible paella de marisco; ofrecer cordialidad y tiempo a quien solo pretende e incluso lo consigue, abusar de mi esfuerzo; pelearme con los mandos de la ducha de un hotel para abandonar derrotado; matricularme ilusionado en clases de tango, inglés o gimnasio, y abandonarlas sin cumplir el mes; he prestado libros, e incluso alojado en casa temporalmente a quienes suponía amigos, y me he encontrado con que los libros no regresaban y que los “amigos” no se iban; he picado contratando servicios de telefonía, banca o seguros, para encontrarme planteando mis quejas ante voces grabadas que repiten letanías que me dejan cabreado (“En breves momentos le atenderá uno de nuestros agentes…”); he votado una y otra vez voto cándidamente por los partidos políticos pese a que siento que nos tratan a los electores como estúpidos, etcétera.

Errar es humano y hacer estupideces enseña a ser mejor y aprender a superarse; si se persiste en hacer estupideces, sin voluntad de enmienda ni retroalimentar la mente, será cosa de hacérselo mirar, pues entonces debemos dar la razón a Forrest Gump, el protagonista de la película de Robert Zemeckis, cuando afirmaba. «Mamá dice que tonto es el que hace tonterías».

Hace poco tuve que explicarle algo elemental a mis dos hijos pequeños (15 y 14 años). El problema era que cada vez que les regañaba por no hacer algo, o reclamaba su tiempo de ayuda, me respondían diciendo que “sí, que hacían algo”. Por ejemplo; el otro día les recriminé que usasen el móvil mientras los llevaba en coche (ámbito en que, como en los aviones, les he prohibido su uso durante el trayecto para que miren el paisaje y hablen); la respuesta fue algo así como: “Es que estoy escribiendo a mi amiga”, “Es que estoy mirando una oferta de zapatillas deportivas”,  “Es que hay un video muy divertido en tic-toc”…

Así que, tras confiscarles los móviles (única sanción efectiva a esa edad) les enseñé la diferencia entre “explicación” y “justificación”. La explicación es la razón de no hacer algo ( por estar haciendo otra cosa), y la justificación es la explicación razonable y de entidad suficiente para no hacer lo que era obligado (por estar haciendo una cosa de valor preferente). Les aclaré que siempre hay una explicación: “Me salté el semáforo porque tenía prisa”, pero solo sería una justificación real si fuese algo del estilo ” Me salté el semáforo porque tenía que llegar a urgencias sanitarias y miré que no viniese nadie”.

El problema es que en la vida de los adultos se confunden mucho esos planos. Buena parte de la gente cree que explicar sus razones (propias y egoístas) ya justifican actuar como el rey del mundo. Son personas que hacen las cosas por una razón, pero no conscientes de una de estas dos posibilidades: A) a veces esa razón es una estupidez, o B) o bien el que lo hace es estúpido.

Otros son estúpidos por su propia malicia, como quien en un reciente viaje le tocó un asiento entre mi amigo y yo, y le rogamos amablemente que nos lo intercambiase, y sin ninguna explicación y con gesto avinagrado nos dijo que “Ni hablar”. Un tonto de altura. Sentí la tentación de mantener la conversación con mi amigo como si no estuviese interpuesto pero me pareció estúpido ponerme a la altura de un estúpido.

No faltan los estúpidos por egoísmo. Son los que imponensu interés particular sobre el de todos, como cuando sin rubor ni duda me indicaron recientemente que solo aceptaban pagos en metálico y no daban facturas, ni el que me vendía leña, ni el que la transportó, ni el que reparó la calefacción, ni el chapista del coche…toma ya).

Especialmente me enojan las personas que dejan las puertas abiertas del ascensor para asegurarse que no se les vaya mientras esperan a sus familiares, o para ganar tiempo, mientras nos lo hacen perder a los demás. También me irritan los que aparcan en doble fila y se alejan, sin pensar que los que hemos aparcado bien podemos tener razones de urgencia para irnos ya. Y no digamos, el estúpido que se llevó mi paraguas del paragüero de la biblioteca pública cuando llovía torrencialmente en el exterior ( al que dirigí una Carta abierta).

Los peores son los estúpidos que hacen mal, y no saben que lo hacen o no quieren saberlo. Es el caso de estúpidos que explican sus acciones en delirios de grandeza (por ejemplo, las acciones bélicas de Putin o los jefes soberbios -«porque lo digo yo»). O el caso de quien va con la música a todo volumen en el asiento de atrás del autobús sin auriculares, o el que deja el baño de un sitio público encharcado o enfangado sin contar con otros usuarios, o el que te empuja en colas cuando tu eres un eslabón más, etcétera.

Los que dan pena son los estúpidos por ignorancia. Ahí estamos muchos, que sucumbimos a razones de urgencia o vanidad para cometer torpezas (“si no sabes torear Manolete, pa qué te metes”). Y como no, esos que desde la barra del bar pontifican con soluciones para todo, a grito pelado y a quien quiera oírles, que saben de política, economía y medioambiente. En Asturias, en bable, tenemos una palabra redonda para explicar lo que es un fenómeno universal, babayu, y que según el diccionario de bable cubre estas acepciones, que demuestran que nunca con una palabra tan simple se pudo cubrir tanto – salvo el castizo y redondo «gilipolllas»:

Que le cae la baba. 2.Que dice babayaes . Tonto . Simplón. Idiota, estúpido . Necio, tonto . Tontaina. De corto ingenio o de pocos recursos e inventivas . Imbécil. 3.Engreído, jactancioso . Engreído . Fanfarrón.4.(Persona) incorrecta . Grosero .

Tienen atenuantes los que cometen torpezas para no quedar mal, pero quedan en evidencia; contaba el escritor uruguayo Augusto Monterroso, autor del microrrelato más breve y bello del mundo («Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí») que un día le pidió un autógrafo una señora y le dijo:«Me encanta su relato sobre el dinosaurio, voy por la mitad».

En definitiva, que en tiempos de tanta “inteligencia artificial” bueno sería que luchásemos por la “inteligencia natural” con ese combustible que se llama “sentido común” , alguna lectura u otra fuente de cultura, y unos instantes de reflexión. Pero sobre todo, pensar algo en las razones de los demás, que pueden tenerlas y además ser mejores que las nuestras.

2 comentarios

  1. Y qué no decir de la estupidez del papeleo y la burocracia oficial, esa que absorbe tiempo y energía, dificulta la obtención de derechos y demora la solución de problemas.
    O de la estupidez combinada de la codicia, la prepotencia y la amoralidad de las grandes compañías (que dominan sectores esenciales: farmacéuticas, tecnológicas, automovilísticas y armamentísticas), esa que compra invenciones para precintarlas, guardarlas en un cajón y no ver amenazada su posición, o que provoca conflictos para dar salida a sus productos y no a la inversa.
    O de la estupidez del progreso a cualquier precio, esa capaz de desforestar el Amazonas, destruir territorios con pruebas militares o construir una megapista de esquí en pleno desierto -en Neom, Arabia Saudí- en ver de transformarlo en vergel.
    O de la estupidez de la idolatrización del líder o el héroe y las proclamas simplistas del todo es blanco o todo es negro, esa que usan los gobiernos totalitarios y los populistas.
    O de la estupidez sexista (machista y seudofeminista), esa basada en el falso dogma de la superioridad (el privilegio del porque soy yo, el miedo a la igualdad, el prejuicio y el sesgo) que enciende permanentemente la mecha del enfrentamiento y lleva al incendio.
    O de la estupidez de la superstición, la charlatanería, la seudociencia o, más modernamente, los influencers, esa que provoca falsas esperanzas, autoengaños y grandes decepciones.
    O de (…)

    La estupidez es como una luz negra, que esteriliza en lugar de fecundar, que destruye en lugar de crear, que difunde la muerte en lugar de la vida. La gran tragedia de la estupidez es que no duele a quien la tiene sino al que la sufre.

    Eso explica que toda persona inteligente suele quedar como un imbécil cuando se encuentra entre imbéciles -Perich-. Y justifica que la modestia, la ironía, la duda y la toma prudente de distancia sean nuestras mejores armas contra la estupidez y los estúpidos. Pero, eso sí asumiendo una realidad ingrata. La cruzada contra la estupidez está perdida de antemano. Como decía Albert Camus en «La peste» que «la estupidez siempre insiste» y se extiende con la rapidez del pánico. Si acabáramos con la estupidez terminaríamos con la raza humana.

    P.D. Estupendo ensayo sobre la estupidez, José Ramón. Cóctel de reflexiones, humor y precisiones (de tipos de estúpidos y términos que lo representan) que, combinado con su magnífica «carta abierta a un estúpido desconocido» (el que se apropió y secuestró -sin petición de rescate- su apreciado paraguas), deja un sabor largo, elegante, equilibrado y variado.

    Si alguien representa la inteligencia y la lucha contra la estupidez ese fue Ramón y Cajal. En Radio 5 existen disponibles programas recomendables sobre el sabio, su obra y legado. Este es el enlace https://www.rtve.es/play/audios/ramon-y-cajal-el-universo-en-su-cerebro/ Y éste es un rap que resume con imágenes su historia. https://www.rtve.es/play/videos/ramon-y-cajal-el-universo-en-su-cerebro/rap-santiago-ramon-cajal-universo-cerebro-alvaro-bravo/6010841/

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  2. Apreciados amigos:

    Perdonadme que me atreva, ab initio, de trataros de amigos, sin conocernos de nada, pero… pero he leido este artículo al que he llegado de casualidad, buscando otra cosa, y coincido totalmente con las consideraciones y reflexiones que se hacen. Perdonadme pues que os trate de «amigos», pero como veis lo he hecho sin querer.

    Aprovechándome de la amistad que nos une, os contaré un episodio bastante ridículo y estúpido del cual he tenido conocimiento recientemente: un señor fue condenado en el pasado, y se le privó de la posibilidad de conducir vehículos a motor durante un tiempo. El juzgado que se encarga de la ejecución de aquella pena, YA CUMPLIDA EN LA ACTUALIDAD, debía notificarle que… …bueno, pues eso: que la pena a la que había sido condenado, YA HABÍA SIDO CUMPLIDA. Pero como fue imposible localizarle… SE LE PUSO EN BÚSQUEDA Y CAPTURA.

    ¿QUÉ OCURRIRÁ AHORA? ¿QUE LE DETENDRAN PARA NOTIFICARLE QUE LA PENA A QUE FUE CONDENADO HA SIDO YA CUMPLIDA????

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