Hablar y comunicarse

Necesario sano escepticismo ante lo que nos cuentan

  He pasado un largo rato discutiendo con mis hijos de 14 y 16 años sobre cosas que creen ciertas por haberlas leído en la red, y que convierten en dogma irrefutable por haberlas dicho un youtuber famoso, un líder mediático o sabio sin credenciales.

  Me resulta sorprendente que en el colegio no les enseñen a separar la paja del grano, la falsedad de la verdad, o al menos, a que examinen todo con sano esceptismo.

  Recuerda la historiadora Mary Beard un magnífico proverbio nigeriano:

Mientras los leones no tengan sus propios historiadores, las leyendas de caza siempre glorificarán al cazador”.

  Me parece muy útil que todos interioricemos que cualquier relato, suceso histórico o noticia está ofrecida por alguien que no necesariamente es objetivo.

 No se trata ya de que los políticos utilicen eso que se llama la posverdad, cuyo maestro es Donald Trump ( pero vale para muchos famosos de medio pelo, e incluso para algunos científicos deseosos de impacto mediático), y que se acostumbren a afirmar verdades de poco recorrido, a sabiendas de su falsedad, porque:

a) Lo que dicen, lo hacen con tal seguridad y publicidad, y apelando a las emociones y sentimientos del oyente, que tiende a ser recibido con credulidad;

b) Si los hechos posteriores desmienten lo dicho, otra verdad manipulada puede contraatacar;

c) El ser humano tiende a creer lo que le favorece o coincide con lo que ya cree (sesgo de confirmación).

Además las mentiras siempre funcionan a corto plazo. Tienen su recorrido hasta que se desmienten, como señaló Mark Twain:” “Una mentira puede viajar por medio mundo mientras la verdad se pone los zapatos”.

Por eso, es sumamente importante que todos aprendamos a no desconectar lo que se dice de quien lo dice. Y ello vale tanto para las noticias, las valoraciones de los sucesos históricos o algo tan cotidiano como las informaciones de las redes sociales (en necesaria libertad vigilada o cuarentena), las opiniones que uno escucha desde la tarima de un salón de actos (no debemos confundir el respeto por la autoridad de quien habla con licencia para abusar de nuestra ingenuidad), las lanzadas desde la barra del bar por parroquianos a grito pelado (esas gozan de la presunción de necedad) o incluso debemos andar atentos cuando nos hablan los conocidos de sus verdades incuestionables (pues con los auténticos amigos, sabemos hablarles sin tapujos, discutirles o rechazar sus milongas sin endulzarlo).

Muchas veces me alegro de que la telepatía no sea cierta porque a veces me tropiezo con personas tan soberbias como fantasiosas, que se sorprenderían de lo que pienso de lo que dicen.

Así, en el plano de la historia, Mary Beard lo expresa espléndidamente (“El peso de la historia”,Ed.Crítica, 2012):

En mi opinión de historiadora del mundo antiguo, esto es especialmente importante porque casi todos mis testimonios proceden del bando de los cazadores; los hombres (y no las mujeres); los libres (y no los esclavos), los ricos (y no los pobres), los griegos y los romanos (y no los bárbaros), los vencedores (y no los vencido)…”

Y en el plano de las noticias, no debemos olvidar el cínico lema de las Escuelas de Periodismo:

No dejes que la verdad te estropee un buen titular”.

Por eso, deberíamos todos esforzarnos en someter a la crítica las versiones de lo que se nos ofrece, con sano escepticismo, y de paso no estaría mal que demos ejemplo intentando no engañarnos a nosotros mismos, pues como maravillosamente expresó Fyodor Dostoievski:

Sobre todo, no te mientas a ti mismo. El hombre que se miente a sí mismo y escucha su propia mentira llega a un punto en el que no puede distinguir la verdad dentro de él o a su alrededor, y así pierde todo respeto por sí mismo y por los demás”.

2 comentarios

  1. Buenas tardes y buen domingo. Como de costumbre, extraordinario artìculo. Relacionado con el mismo, en mi opiniòn los mas corruptos de España no son los polìticos sino que es la prensa, con honorables excepciones.

    Echo de menos a grandes maestros: Jesùs Hermida, Jose Luis Balbìn, Iñaqui Gabilondo, Miguel de la Cuadra Salcedo, lo que pude escuchar de Matias Prats abuelo…Y de la actualidad me gustan: Jesùs Cintora, mi andaluz Jesùs Vigorra, Iker Jimènez, a veces Risto Mejide, Pèrez Reverte, Ignacia Camacho y algunos otros.

    Fuera aparte los deportes, de TV consumo las pùblicas y las autonòmicas; de las privadas generalistas, me limito a Cuarto Milenio, Horizonte, Todo es Mentira y el programa de Jordi Êvole.

    Lo de corrupciòn de la prensa – la fuerza del periodismo objetivo, con todo, en Estados Unidos es ejemplar- lo digo porque la gran mayorìa estàn vendidos a intereses varios Y NOS MIENTEN..

    Unos por ambiciòn material y personal, y muchos, en especial jòvenes, por pura necesidad a cambio de una miseria, es decir, explotados.

    No soporto a los «tertulianos», especialistas en Derecho Constitucional, Covid, volcanes, guerras, sequìa y hasta en fìsica cuàntica.

    Si no la habèis leido, os recomiendo la entrevista que hoy domingo, en el ABC de Sevilla, le hace Ignacio Camacho al gran D. Pedro Cruz Villalòn, de quien tuve la suerte de ser alumno en la Facultad de Derecho Hispalense, junto con otros catedràticos de la «champion league.»

    Cruz Villalòn ex presidente del Tribunal Constitucional y catedràtico emèrito – en este caso de abandono del cargo, con autèntico honor – de la Facultad de Derecho Autònoma de Madrid, pero sobre todo, enorme persona. humilde como son las personas vàlidas de verdad, que nos dà una lecciòn magistral, entendible por todos y no sòlo por los operadores jurìdicos, acerca de nuestra Constituciòn y del estado actual de la sociedad.

    Abrazos.

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  2. La libertad (entendida como valor superior de toda sociedad avanzada y como derecho a la «propia» personalidad, expresión, decisión y juicio) es un tesoro del que brota el manantial de la vida. Por eso, desde siempre, la mentira de unos pocos poderosos (disfrazada y vendida como verdad) quiere conquistarla en provecho propio.

    Conscientes de ello, y ante la amenaza de ser invadida, los filósofos griegos (Pirron y su escuela) promovieron el escepticismo (skeptikós: mirar, examinar u observar cuidadosamente). Auténtica línea maginot e incorruptible policía que, gracias a la exigencia del pasaporte de la interrogación y la duda, defiende su pervivencia. Ahora bien, si culpa es creerlo todo, yerro es no creer en nada. Tan reprobable es dejar permanentemente abierta la puerta a la mentira, como ser pobre de espíritu y cerrarla a toda verdad ¿Saben por qué?

    Porque ambas posturas son dogmáticas y evitan pensar. Porque la vida, sin ilusión, esperanza, confianza -en alguien y algo-, nobles acciones, creencias -no necesariamente religiosas- y/o el néctar del amor, no sería nada. Y porque consistiendo ésta en hacer camino, acabada la inercia que le aportan los factores anteriores, habría que acudir al combustible añadido de su imprevisibilidad asumida para poder seguir avanzando.

    Pero hoy, el escepticismo sensato, pausado y responsable y las buenas acciones se ha convertido en un lujo de minorías. Para el resto, ver, escuchar, dejarse llevar y creer cómodamente lo que dicen las redes y medios es lo normal. Cuánta simpleza, apatía y pobreza demuestra ese planteamiento. Cuánta incapacidad para entender, defenderse y encajar su individualidad (¿la tienen?) en una sociedad tan tramposa, compleja e incierta. ¿Cuándo empezarán a hacerse preguntas y a tener dudas?

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