Cine

Errores históricos de la película Napoleón que empañan su belleza

Asistí a la película Napoleón (Ridley Scott, 2023), que sigue el ascenso de Napoleón a emperador con simultánea exposición de su relación inestable con Josephine, y tras pasar por sus victorias y derrotas, mostrar su caída y fin.

Un buen director y un buen actor no hacen una buena película necesariamente. El caso de «Napoleón» es paradigmático.

O sea hace una película “histórica” con rigor en sucesos y personajes. O se hace una película “de interiores” con la dimensión doméstica y personal. Y queda la tercera vía, que es la fórmula más deseable, combinando ambas facetas jugando con el plano histórico y el plano personal, como la novela “Guerra y Paz”.

Lo que no puede hacerse —a mi modesto y personalísimo juicio— es convertir la película en un collage de anécdotas, ocurrencias y hechos históricos mal trabados. Ni que los saltos temporales sean difíciles de captar en su continuidad, pues se pasa de ser general a emperador y a divorciarse, o al frente ruso, sin saber muy bien como el paso del tiempo no afecta al físico de Napoleón o Josephine.

Para mantener mi admiración por el director (Ridley Scott: Thelma & Louise, Robin Hood o Gladiator), debo aceptar que no es una película sobre la historia de un personaje histórico sino una versión alegre de la crónica de alguien ambicioso, de su lucha por el poder, el sexo egoísta, los delirios de grandeza, y la dura moraleja, de que “al final de la partida, el rey y el peón, van al mismo cajón”.

Es justo reconocer dos virtudes de la película. La actuación de Joaquin Phoenix (Napoleón) y Vanessa Kirby (Josephine) que transmiten mucho con la mirada y el gesto. Las batallas que se viven con estremecimiento. Y el atrezzo histórico pues ambienta muy bien el contexto.

Pero si acercamos la lupa de la verdad y la congruencia, saltan algunas chispas.

Podemos pasar por alto que este Napoleón sea de más elevada estatura que el original (1,68 m), o que éste cabalgue maravillosamente a diferencia de la consabida torpeza para la equitación del emperador, o que aquél no manifieste su costumbre de ocultar la mano derecha entre los botones de su camisa o guerrera.

Incluso podemos admitir como licencia cinematográfica para avivar al espectador, hechos que están mas allá de la realidad documentada, como la bala de cañón que impacta en el caballo de Napoleón en el ataque de Tolón, o el hundimiento de hielo por las balas de cañón bajo los pies de los austriacos fuese determinante de la victoria de Austerlitz.

Ahora bien, no es de recibo reinventar las líneas gruesas de la historia y convertir la ficción histórica en la risión histórica.

Veamos las notas disonantes o errores históricos:

I. La ejecución de María Antonieta tiene lugar en 1793 y está bien trazada la exaltación de los asistentes y la exhibición de su cabeza tras la ejecución (pero ni melena ni rizos, pues antes de la ejecución le cortaron el cabello). Además, si Napoleón nació en 1769 tenía entonces 24 años, estaba destinado en el sur de Francia con su regimiento, sin que tampoco por su cargo tuviere derecho a lugar especial de acceso a la ejecución, máxime cuando la multitud atestaba el evento (el año anterior había sido ejecutado el Rey).

II. El cañonazo disparado por orden de Napoleón a la cumbre de una pirámide de Egipto deja patidifuso. No hay referencia histórica a tamaña barbaridad. Y lo de que Napoleón acaricie y se exhiba mirando a un palmo de distancia a una momia, vale como guiño para mostrar lo que la historia le depararía, pero roza la tontería sublime. Mejor hubiera sido incluir la conocida cita de “Franceses, cuarenta siglos os contemplan”.

IIII. En la película se aprovecha para poner en boca de un personaje de alta cuna (no recuerdo el cargo): “Es una lástima que un hombre tan grande sea tan maleducado”, pero realmente esa frase fue pronunciada años después por otra persona, su ministro de asuntos exteriores, Talleyrand, muchos años después, al acusarle de traición Napoleón.

IV. El golpe de Estado del 18 de brumario se muestra con Napoleón zarandeado y golpeado por los diputados, para salir al exterior y hacer entrar a la tropa. Nada de eso. Napoleón sufrió las críticas y abucheos de los miembros del Consejo de los Quinientos, pero será al día siguiente cuando Napoleón vuelva con el ejército y toma el poder imponiendo que le nombren cónsul.

V. La película muestra un Napoleón inseguro, no se sabe si calla porque no tiene nada que decir, o porque está en Babia, soñando con Julio César o con la grupa de Josephine. Parece que solo le interesa afirmar, por si nadie lo sabía, que quiere ser el gran triunfador sin dedicar ninguna línea de sus palabras a demostrar que sabe lo que hace, su estrategia militar o los relámpagos que son destellos de inteligencia. Sin embargo, lo cierto es que Napoleón era sumamente inteligente, sabía qué decir y cómo hacerlo (aunque de inteligencia emocional, si hacemos caso a la película, poco). Napoleón es el padre del Código Civil Napoleónico (prodigio de sencillez, sensatez y rigor) y personalmente corrigió diversos artículos con ideas propias. Además, como buen líder, supo delegar la policía interna en Fouché y la exterior en Tayllerand, pero reservándose las decisiones finales (aunque ciertamente estos lugartenientes conspirasen contra el corso). Y como no, sus Memorias elaboradas siendo prisionero en Santa Elena, son de su puño y letra, y no evidencia un simple de mente ni fanático irreflexivo.

VI. Lo de dedicar el metraje a determinar si Napoleón podía ser padre es chusco, porque tenía varios hijos extramatrimoniales, y por supuesto respetaba a su propia madre, pero los consejos de ésta se lo traían al pairo.

VII. La relación entre Josephine y Napoleón se ofrece con tintes ridículos. Es cierto que se amaban, pero eran notorias las aventuras extramatrimoniales recíprocas. Además. en la película se ofrece una Josephine de apariencia más joven que Napoleón cuando ella era seis años mayor que él. Por supuesto, Napoleón tenía genio pero la ridícula trifulca en público durante un banquete, que ofrece la película, es un delirio de un guionista poco realista.

Y la discusión de Napoleón con Josephine sobre su infidelidad, que termina imponiendo ésta al gran corso que diga, como perrillo faldero: “No eres nada sin mí, dilo”, resulta inverosímil. Lo de la imitación del caballo, con pateo o sutil relincho del emperador cuando requería de amores a Josephine, pues es tan difícil de calificar como de probar en su realidad.

VIII. La película muestra continuidad entre la derrota en el frente ruso (2012) y su abdicación (2014) como si esta fuese fruto de la muerte de 400.000 franceses en aquél, cuando la abdicación se produce dos años después tras la entrada de los aliados en París, incluido el propio zar Alejandro.

IX. La película ofrece dos escenas en que se muestran dos oficiales del ejército francés, que son negros de alto rango, con uniforme y pompa, lo que resulta chocante porque, pese a la abolición de la esclavitud en 1794, pocos negros de Francia ni de las colonias francesas, tenían posibilidad de ascender en el ejército.

X. La batalla de Waterloo apunta el gran error de Napoleón. Enviar sus tropas cuesta arriba atacando a quienes esperan en la parte superior, y hacerlo empujando cañones y avanzando entre el barro. La cresta de la colina tras las que estaba el grueso de las tropas de Wellington protegía a sus hombres de la artillería francesa y ocultaba el número real de sus tropas. Una torpeza que no cometería ningún oficial de academia. Tampoco acierta la película al vestir de uniforme Wellington cuando consta que acudió a la batalla vestido de civil con levita gris.

XI. Tampoco es cierto que se entrevistaran Wellington y Napoleón, ni mucho menos con caballerosidad, pues Napoleón desde Santa Elena insultaba al general británico e incluso dejó en testamento diez mil francos para un hombre al que encomendó asesinarle.

XII. No se enteró Napoleón de la muerte de Josephine al regresar a su casa, por boca de la hija de aquella, sino que le fue comunicado durante su exilio en la isla de Elba.

XIII. La muerte de Napoleón no fue en la campiña mirando el horizonte desde un banco, sino arrastrando la enfermedad, arropado con un mosquitero en la cama y girando la cama frente a la chimenea para que pudieran asistir los que lo deseasen a su fin. Por supuesto, sus palabras finales, pudieron ser Josephine y Francia, o maldiciendo a Wellington, pero no hay coincidencia en los susurros finales de un moribundo con tantos asistentes como versiones.

En suma, como suele decirse, hay que dejarse llevar por la película para disfrutarla, y suspender la incredulidad, pero todo tiene un límite cuando se trata de ofrecer una versión épica de un personaje histórico, donde la letra la ha escrito la historia y debe el director poner la música de buena escenografía, diálogos e imágenes. Lo de que nadie sabe lo que realmente pasó o pensaba Napoleón, o que ninguno de los espectadores de la película estuvimos con él para cuestionar la versión de la película, puede valer para hablar de la prehistoria, pero cuando hablamos de la historia reciente y además de un personaje con cientos de libros biográficos , no debe alterarse el mínimo denominador común en lo que coinciden.

O sea, una película entretenida, pero para que la historia funcione… se altera la historia.

2 comentarios

  1. Dejando al margen su ambición política frenética, su mayor acierto fue haber contado con excelentes juristas; al final de sus días, le diría al marqués de Montholon: «Mi verdadera gloria no es haber ganado cuarenta batallas;… ¡Lo que nada borrará, lo que vivirá para siempre, es mi código civil!» Ma vraie gloire… Ce que rien n’effacera, ce qui vivra éternellement, c’est mon code civil”.

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  2. Me parece increíble que cuando se nombra al dirrctor, Ridley Scott, se mencionen un par de sus películas menores y no se mencionen sus dos obras maestras: Alien y Blade Runner.

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