Semblanzas

Breve viaje a la Iliada de Homero

En pleno siglo XXI asistimos a dos preocupantes y malditas guerras, la guerra ruso-ucraniana y la guerra israelí-palestino en Ucrania y Gaza, en paralelo con numerosos conflictos bélicos con insurgentes (Nigeria, Haití, Sudán, Birmania, Siria, etcétera).

Las malditas guerras han acompañado al hombre, a los pueblos y países. Algunas ya han olvidado el origen del conflicto y les sorprendería que «estallase la paz».

Reflexionaba sobre el origen de esta actitud del hombre tan inhumana, pues supone luchar contra los de la misma especie, en nombre de fanatismos, codicia o viejas rencillas.

Recientemente he leído y estudiado la primera guerra legendaria de la humanidad, la «Iliada». Una de las primeras epopeyas de la civilización (con el permiso del Gilgamesh babilónico, que la precedió). Una obra que se imputa a Homero, bardo ciego, aunque no está claro si la obra realizada en hexámetros se debe a varios autores. Mas bien parece que la gesta de la guerra fue tejiéndose de generación en generación, y se fue remendando por cada trovador, hasta que Homero consiguió darle unidad, elegancia y belleza.

  Es cierto que el tema es poco edificante: una guerra entre dos pueblos por culpa de una infidelidad. Pero sobre este alambre se alza una red de sucesos, ingenios, disputas y gozos, estrategias y traiciones, con la participación de los dioses, que forja una espectacular narración que forma parte del legado de la humanidad. A diferencia de las guerras actuales, la guerra de Troya tiene una grandeza y dimensiones que contrastan con los miserables y despiadados conflictos actuales.

 Por algo, frecuentemente hablamos de la manzana de la discordia, del talón de Aquiles, o del caballo de Troya, que se enmarcan en sucedidos donde brillan la gloria, el honor, la lealtad o el respeto. Temporales, lágrimas, disputas, camaradería, juegos y estrategias…. Un pequeño universo de hombres y dioses. Los personajes crecen y el telón de fondo de la guerra empequeñece.

 Es cierto que para leerla hay que aplicar la “suspensión de la incredulidad”, término usado por el poeta inglés Samuel Taylor Coleridge para referirse a la actitud deseable en un lector para que la narración de la historia le atrape y la disfrute (y que vale igualmente para las películas: o sea, aparquemos el sentido crítico de ”no me lo creo” porque nos impedirá disfrutar de la inmersión en la trama).

En definitiva, que la Iliada trata de los últimos cincuenta días de una guerra que duró diez años (aunque usa la técnica del flashback, y que fue seguida por lo que narra la Odisea, donde el griego Odiseo (Ulises, en latín), se dedica a retornar a su reino de Ítaca y le suceden extraordinarios avatares.

Sin embargo, tras haber leído la obra, me pareció oportuno ofrecer un resumen personal en quince minutos para quienes no tienen tiempo de zambullirse en su lectura, y no olvidar la moraleja final que cabe extraer, de tener cuidado con la hibris, el pecado humano por excelencia, referido a la soberbia, la arrogancia y la ambición desmedida, pues la hibris está en el origen de toda guerra, pasada o actual. Por algo, la Ilíada anuncia en su comienzo que narrará la cólera de Aquiles: «Canta, ¡ Oh, Diosa!, la colera obstinada/ Del hijo de Peléo, el noble Aquiles».

2 comentarios

  1. Aunque, como bien advierte nuestro particular Nuccio Urdine en su vivo-coleante lección dominical (hoy de literatura grecolatina), es más que probable que Homero fuera, en realidad, varios Homeros, que zurcieron diversas historias épicas y leyendas populares dándoles unidad, convirtiéndolas en magistral poesía escrita y otorgándoles los inmortales nombres de «La Ilíada» y «La Odisea», algunas de sus pretéritas citas siguen valiendo como guía y/o explicación de la vida. Veamos algunos ejemplos.

    “Llevadera es la labor cuando muchos comparten la fatiga». Es decir, si queremos facilitar la durabilidad y el éxito de nuestras relaciones como/en pareja, familia, amistad, trabajo y sociedad debemos repartir las cargas entre todos para que no las lastren o acaben con ellas.

    “Una pequeña roca retiene una gran ola”. O, lo que es lo mismo, la coherencia y firmeza de nuestras convicciones y el compromiso dinámico y enérgico de nuestros actos pueden vencer -no sin esfuerzo- a los mayores problemas.

    “Cualquier momento puede ser el último. Todo es más hermoso porque estamos condenados”. Tan lapidario axioma viene a recordarnos que la vida es un regalo del que nadie sale ¡con vida! Por eso su verdadero sentido es disfrutar de cada momento.

    “No hay mejor aguijón que la necesidad”. Una sociedad tan conformista, pasiva y egoísta como la nuestra está creando auténticos zánganos que se permiten rechazar trabajos y permanecer inactivos porque pueden vivir del cuento (el cobro de la subvención o el paro o la cómoda sopa boba de los padres). En igual sentido están los ciudadanos zánganos que con la excusa de tener libertad, no hacen por defenderla, se dejan llevar dócilmente y acaban perdiéndola.

    P.D. Mañana se cumple el 20 aniversario del infame atentado del 11 de marzo de 2004. Como seres humanos, como ciudadanos y como sociedad no podemos callar, ni  olvidarlo. Me permito reproducirles, por creerlas de interés y compartir su opinión, algunas reflexiones que hace Xurxo Torres a este respecto.     

    “…Dos décadas después me niego a convertir este momento de dolor en un ejercicio de revancha (los únicos culpables fueron los terroristas), ni de recordatorio de las estratagemas políticas (víctimas fuimos todos, pero por orden: los muertos, los heridos, sus familias, las fuerzas de intervención: sanitarios, policías, bomberos, taxistas… la sociedad civil) ni siquiera de las mentiras de entonces ni de después (frente al relato, la historia de aquellas 193 vidas segadas por la barbarie). Han pasado 20 años y España recuerda. No la España del folclore banderil. No la España del poder político, ni del mediático, ni del económico. No la España que expide carnés patrióticos por riguroso turno de antigüedad. No la España bronca y vocinglera que niega la razón y el diálogo. No la España líder de nada, pero mandona de todo.

    En la quietud del amanecer, cuando los fantasmas del dolor salen de nuestros recuerdos más ocultos, bajo el sol incierto que se intuye tras las nubes, hay una España real, sensible, solidaria, valiente. Es la misma que no se descompuso en aquella mañana de bombas yihadistas ni en otras muchas anteriores con las bombas etarras. La España huérfana de líderes, pero sobrada de ciudadanos anónimos que hacen lo que deben hacer en conciencia, sin ruido ni voluntades ventajistas.

    Hoy, veinte años después, para los 193 hermanos asesinados, para los cientos de vidas quebradas, no quiero hablar de mentiras, ni de elecciones, ni de polarización. Ni mucho menos de líderes inexistentes. Hoy quiero reivindicar al pueblo que se amanece con el horror y que se acuesta redimido en el dolor por pequeños gestos de grandeza que no se publicitan, pero que, al fin y al cabo, son los únicos que de verdad cuentan. Ese pueblo anónimo mece la memoria de los caídos, de los heridos, de los olvidados. Ese pueblo, que nadie lo dude, no necesita más aspirantes a buenos pastores. Ese pueblo, esa heroica grey sabe y no olvida”.

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