Cine Reflexiones vigorizantes

Cine con niños: odisea placentera

descargaHoy toca ir al cine con los niños: 9 y 11 años de energía. No necesito a Einstein para comprobar que la energía no se crea ni se destruye.  Ya estoy preparado para la batalla. Para acudir a ese gran centro comercial, colmena de restaurantes y cines para cubrir el tiempo de ocio. Cola serpenteante y adquisición de unos cubos de palomitas y coca-cola con unas ofertas combinadas que toda negociación con los peques es inútil, y acaban costándome las provisiones el equivalente a dos butacas. La película, tras una dura negociación, será Superlópez. Un viaje a la infancia. Igual que yo a su edad.

 Igualito. A los diez años iba al cine del colegio escolapio de Oviedo, lo que era una suerte, pues podía elegir si ver la única película que tocaba ver o no ver ninguna. Además eran películas despojadas de todo riesgo de malicia, ni violencia ni sexo ni política. Y como debían entrar dentro del voto de pobreza, eran películas que venían rayadas y con cortes. A veces el final abrupto lo atribuíamos a la maestría del director que nos dejaba en suspense y realmente era el tijeretazo final de suspenso que le aplicaba el cura al celuloide.

 Ahora únanse unas butacas que estaban en fase fosilización, tras varias generaciones de jovencitos y dotadas de una dureza que impedía toda somnolencia. A disfrutar del espectáculo… del espectáculo de intentar fijarse en la pantalla, mientras otros niños gritaban y bajo la atenta vigilancia en la oscuridad de un padre con sotana y armado de linterna que funcionaba como arma letal al dar capones a los infractores que cometíamos el terrible pecado de hablar.

1824070.jpg-c_215_290_x-f_jpg-q_x-xxyxxEn fin, regresando al futuro, esta película de Superlópez se enmarca en mi programa de sustituir la pantallita de la PlayStation de mis hijos por la pantalla del cine, de sustituir un juego de disparos o de absurdas explosiones por una historieta con gags visuales y juegos de palabras, que daño no les hará; y también como no, por llevar a cabo una jornada de película en familia, para que algún día todos lo recordemos, ellos y yo. Al fin y al cabo, siendo positivo, Superlópez era un héroe de tebeo que me encandilaba, lo que no deja de ser curioso porque mis hijos consideran los tebeos como algo propio de parque jurásico.

 Y ya estoy dispuesto a ir a un cine de lujo, que debería hacerme sentir en el paraíso, aunque paradójicamente no faltan algunas incomodidades acechando. Por un lado, hay espectadores que solo les interesan las reglas de cortesía en el cine cuando les molesta a ellos la luz del móvil de los demás, el ruidito de mascar ajeno, o los comentarios a gritos de otro, pero son incapaces de percatarse de aquello tan viejo de dar ejemplo. Por otro lado, cuando el sonido de la película, o bien resulta atronador o bien bajísimo (aunque siendo tantos es difícil afinar al oído de todos). Y finalmente, lo que es una lotería en el cine, como en las bodas, es quién te tocará en la cercanía, ya que si en la película te toca algún grupo de gamberros disfrutando de su estupidez a risotadas y salidas de tono, no queda mas solución que implorar al Santo Job.

acting-lessonsEso sí, he de reconocer que en las actuales butacas los que están delante no te impiden la visión, en contraste con las butacas de mi juventud en que si te tocaba delante un joven con el pelo-afro, veías la película como si estuvieses oculto tras un arbusto.

En fin, confieso que disfrutaré, porque he aprendido a disfrutar como un goce personal buscando el lado bueno de todo, pero sobre todo disfrutaré si ellos sonríen, ríen y lo pasan bien. Y como no, si luego me comentan la película.

Ya les contaré el final…¡ la venganza del acomodador!

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