Claves para ser feliz Reflexiones vigorizantes

Una semana más, una semana menos, según se mire

Discúlpenme por hacer inventario de esta última semana de mi vida. Pero a veces se impone reflexionar mirando por el retrovisor.

Esta semana he estado en el tanatorio por un ser querido y en la misma semana he actuado de maestro de ceremonias de la celebración de matrimonio de una sobrina. En la misma semana he estado en Oviedo y Cartagena. He leído de un tirón “La dama del norte” de Ulises Bertoldo (me entretiene y relaja)  y La guerra del Peloponeso de Donald Kagan (me apasiona esa época y mundo). Además he visto en Netflix por completo la serie Marcella (para aprender italiano, con subtitulos españoles) y he vuelto a ver complacido la vieja “El gran Torino” (Clint Eastwood).

En la misma semana he realizado mi trabajo poniendo cuatro sentencias sobre asuntos de dificultad variable; he escrito un artículo para El Diario la Nueva España, algunos comentarios en linkedin y twitter y subido tres artículos a mi blog delajusticia.com. Y he avanzado dos folios en un proyecto de nueva obra, por aquello de “pasito a pasito”.

Además, he puesto orden en facturas, pagos y cuentas, y enviado un puñado de mails sobre asuntos domésticos, además de darme de baja en contratos leoninos, lo que lleva su tiempo.

En la misma semana he disfrutado de café matinal con amigos de distinta tribu, y he tenido alguna discusión por mi talante cabezota, seguramente.

En la misma semana, recuerdo haber ido varias veces al hipermercado, y realizado diversas gestiones, y no recuerdo haber hecho más deporte que correr detrás de mi pastor belga por la finca, intentando enseñarle lo que no aprende.

Además, he tenido mis pequeños debates con mis pequeños hijos (ni ellos cambian ni yo tampoco, por lo visto).

He viajado en el AVE y he trotado por una escalera para llegar a tiempo al tren de enlace, por estar el ascensor repleto; he jadeado desplomado en el asiento del tren y he podido ver como contrapunto, mientras yo recuperaba el resuello, como una quincena de jóvenes se atrincheraban en la cafetería para festejar la despedida de soltero a la que se dirigían, y convirtiendo el vagón en un aquelarre de alcohol y voces. Algún día esa juventud cambiará a mi vagón en sentido físico y moral y verá otros jóvenes con actitudes que les sorprenderán.

En la misma semana, me he tomado unas pastillas que me han curado una sinusitis alevosa, pero a cambio ha aflorado un dolor en la rodilla que se convierte en pérfido aliado de mi dolor de espalda.

¡Ah! En esta semana, he almorzado el menú del día, el resto en casita, he tomado café y pincho cada mañana, una tarde pequé comiéndome una hamburguesa, y hace una hora me he zampado con lujuria unas tostas con tomate, aceite y jamón en un café, mientras el sol me bañaba y leía la prensa.

No he sumado el tiempo de atender el móvil y los correos. Los de mandar al cuerno a los vendedores de telefonía y energía, los de desistir cortésmente de invitaciones a charlas y los de disculparme por no acudir a almuerzos o eventos sociales.

La gran pregunta que muchos me hacen es:¿de dónde sacas el tiempo?. La respuesta es la misma: creo que los días y noches tienen las mismas horas para todos, pero por alguna razón, me bastan siete horas para dormir y el resto es organización y voluntad. Querer es poder.  Estoy convencido de que el tiempo es elástico en mentes inquietas. No hay más secreto.

Lo que estoy completamente seguro es que mi tiempo y como lo uso, vale lo mismo que el de los demás. Quizá es mejor descansar, bailar, fumar o pasear, y no perder el tiempo escribiendo en el viento. Quizá no importan las horas dedicadas a una tarea sino los resultados. Quizá importan más las horas dedicadas a los propios sueños que a los de los demás. Quizá mejor respirar en soledad que enzarzado en asuntos terrenales. ¡Quién sabe!

Lo realmente importante es que cada uno sea dueño de su tiempo: la capacidad de elegir. Y además elegir sin presiones, pues no sé quien decía que la clave de la vida es “matar el tiempo sin matarte a ti mismo”. Y eso intento.

Y la gran pregunta que me hago yo es:¿cuántos JRChaves soy?, ¿soy el mismo en cada situación personal, laboral y lúdica? ¿Cómo puede ser la misma persona, la que hace cosas tan diferentes, la que tiene tantas contradicciones y dudas? Sin embargo, parece que tengo la conciencia de ser una única persona, con sus ocupaciones y preocupaciones, y supongo que, como todos, me acompaña una voz interior que me dice lo que debo hacer o decir, e incluso a veces esa voz interior juzga lo que hago sin pensar a toro pasado.

Eso me llega a recordar lo que leía recientemente sobre que la “persona” o la “conciencia”, esto es, lo que nos hace ser nosotros mismos, es una ilusión, o una construcción neuronal para dar unidad al conjunto de centros de neuronas y nervios, dedicados a la percepción y supervivencia. O sea, en términos simples, somos complejos de células que se las han ingeniado para que crear una unidad que de cohesión por el bien del conjunto. Realmente me cuesta aceptar que, quizá somos fruto de la selección natural de los organismos, que en una fase avanzada de complejidad, han llevado a que exista una red neuronal que nos genera la apariencia de que somos nosotros uno y que además llevamos las riendas de nuestra vida.

Sin embargo, frente a esta hipótesis neurocientífica,– poco tranquilizadora– prefiero la cómoda ignorancia y la feliz convicción de que «José Ramón» – «eso» que aquí escribe y les habla– es un organismo autónomo, autopropulsado, revoltoso y que es capaz de relacionarse y sentir en un contexto turbulento.

Y si alguien superior maneja los hilos, si alguien juega con «José Ramón» como peón de un tablero de una partida compleja, me resulta inaccesible, pero debo sentirme orgullo del valioso regalo de la libertad en mis contados días de gloria terrenal.

No sé si era Einstein quien decía que, por mucho conocimiento científico que acumulemos, realmente éramos como quien examinando una inmensa biblioteca, lograba contar los libros e incluso descifrar algunos títulos, pero ni por asomo, es capaz de averiguar quien los puso allí y para qué, ni lo que se espera del visitante. Personalmente, algo tengo muy claro: no somos imprescindibles ni para que la biblioteca siga ahí, ni para quien la dispuso…Pero si se nos da mente y cuerpo, es para que los usemos. No para dejarlos guardados ni para dilapidarlos.

Y si los demás nos importan, y además le importamos a alguien… ¡ Miel sobre hojuelas!

2 comentarios

  1. ¡Ultimas noticias! El magistrado, escritor, bloguero, conferenciante, lector impenitente, jardinero y taxista ocasional, padre de familia, esposo, viajero, humanista…y amigo de sus amigos, José Ramón Chaves Garcia, desmiente con hechos la teoría de Albert Einstein de que ¡el tiempo es solo una ilusión!

    Cuestionado por los medios, el indicado, parafraseando a Benjamín Franklin, manifestó: «¿Aman la vida? Pues si aman la vida no malgasten el tiempo, porque el tiempo es el bien del que está hecha la vida».

    Y añadió «no permitan que otras personas lo gasten por ustedes. Dejen de esperar a que las cosas sucedan o los problemas, el trabajo o las obligaciones se los resuelvan otros. Actúen, esfuércense, no se acomoden, equivóquense, aprenden de su errores, y si, a pesar de ello, ven que no avanzan, prueben a cambiar de hábitos y/o…de personas».

    Respecto del rumor aparecido en redes sociales y periódicos digitales (oficiosamente atribuido a algún miembro anónimo -tan envidioso como mediocre y cobarde- del -megacaducado y totalmente deslegitimado- actual CGPJ y/o la carrera judicial), de que el interfecto, en realidad, es el resultado de un secreto experimento genético y se encuentra clonado en distintos José Ramón/es Chaves que se sustituyen entre sí para que pueda actuar de forma ininterrumpida como si fuera un pila duracel, el interesado se limitó a emitir una sonora carcajada y a dar las gracias emocionadas a sus padres por haberle regalado el don del humor y dado la vida.

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