En una entrevista publicada en el XLSemanal núm. 1447, de este 19 de Julio de 2015, a Carmen Riera, Catedrática de Literatura y miembro de la Real Academia de la Lengua Española, da una respuesta escalofriante la situación de la lectura de los «adultescentes», o sea de aquéllos que ni son «adultos» ni «adolescentes».
1. Contesta la Académica:
Pregunté a mis alumnos de la Universidad cuál era el último libro que se habían leído y una alumna me respondió que uno sobre cómo vencer el estreñimiento. Esto me lo dijo ¡una estudiante de Filología! (…) Mis alumnos se aburren con La desheredada, de Benito Pérez Galdós; no están acostumbrados a leer descripciones, ellos quieren acción trepidante. No tienen hábito lector. (…) Es el fin de la literatura. No creen en ella ni los alumnos de Filología. Interesa más lo audiovisual, la música, las series de televisión. La literatura es algo residual (…) Los que no saben literatura no saben lo que se pierden: nos ayuda a saber lo que somos».
2. Preocupante la asunción de la derrota por los académicos. No. La clave no está en sugerir, imponer o reconducir a la lectura de Galdós o de descripciones. La clave radica en el reto de los autores para dar respuesta al interés de los lectores.
No debe ir la montaña de lectores al Mahoma autor sino éste hacia los lectores. No se aprende a nadar en los turbulentos rápidos del río sino en piscinas y aguas tranquilas. Todo llegará.
3. Y hay mercado para ello. El joven vive rápido y eso requiere generar suspense o diversión. El adulto sufre la crisis y le agobian las noticias y busca explicaciones y evasión; explicaciones sobre la crisis, la corrupción, la pérdida de valores, los laberintos de pareja, etc; y evasión de sus problemas personales, laborales y existenciales.

Para ello, la respuesta no es el ensayo plúmbeo, ni la novela frívola, sino la novela que genera atención, que hace guiños, que despierta y que maneja un lenguaje rico y sugerente. No hay mejor anzuelo que una primera novela que engancha porque nos da lo que nos gusta. Las novelas son como las cerezas que se van entrelazando. En cambio, todos sabemos que si de pequeños nos imponían el puré o caldo «nos daban dos tazas» lo que comportaba el rechazo instintivo para el futuro.
4. Por eso, dado que hay un inmenso mercado de libros y formatos (papel y digital), sobre lo divino y lo humano, hay que adentrarse con curiosidad en la jungla literaria y aplicar cuatro sencillas reglas de oro:
– Tomémonos unos instantes para reflexionar sobre nosotros, lo que nos gusta y lo que necesitamos. Sin engañarnos. No intentemos decir que nos gusta lo que convencionalmente nos han dicho que nos gusta o conviene. Si nos gustan novelas del oeste, adelante; si nos gustan los thriller, a por ello; si nos encanta el humor, bienvenido sea; si nos apasiona el relato bucólico o con tinte ecológico, nada mas relajante; quizá nos aviva la imaginación la ficción tecnológica, pues a darle caña; y si lo nuestro son los viajes o las biografías, pues a zambullirse en ello.
Nadie que se sienta homo sapiens puede afirmar que no hay nada escrito que le interese. Y por supuesto, como dice un proverbio malayo, no sabemos que hay tras la puerta si no la abrimos y traspasamos el umbral.
– No todo lo que la publicidad dice que es bueno lo será para todos los lectores. Sólo el Rey Midas convertía en oro todo lo que tocaba y pocos autores tienen éxito en todo lo que escriben; es difícil «ser genial a tiempo completo». Pero si algo gusta, en su estilo o mensaje, mejor lo bueno conocido que lo incierto por conocer.

– Si algo no gusta ni engancha en las primeras veinte páginas, nada de amortizar la compra con una tortuosa digestión literaria. Se abandona la lectura y en paz. Uno no puede bajarse en marcha de los aviones pero sí de los libros. Hay un placer por descubrir en no terminar un libro que se empieza.
– La recomendación de nuestros afines, de quienes respetamos y admiramos, es muy digna de tener en cuenta («Lo que gusta al pato, posiblemente gusta a la pata»).
5. Lo que reviste importancia es el contexto de lectura procurando rodearse de silencio y comodidad. Y no importa que se lea un libro electrónico o de papel, pues desafiando a MacLuhan, lo importante es el mensaje y no el medio, además de que tiene vigencia el conocido dicho de «si no puedes con tu enemigo, alíate con él» pues cada día hay mas conversos al nuevo formato de libro electrónico… sin arrepentimiento y con agradecimiento.
6. No hay que adoptar la perspectiva de la derrota. Está en juego el propio desarrollo y un modelo de sociedad. Leyendo se aprende de los demás y de nosotros mismos.
Quien no lee, pierde mucho, pero también perdemos todos, la sociedad en su conjunto.

Y además los neurólogos nos han demostrado que toda la información que recibimos, sea por experiencia sensorial o por experiencia lectora, pasa a incorporarse al hipocampo, la parte del cerebro responsable de la memoria, donde se ordenan los recuerdos y enseñanzas que son el «piloto automático» que se nos activa para dar respuesta con nuestra conducta a las situaciones críticas. Eso que se llama «intuición» posiblemente responde a la información almacenada y aflora para ayudarnos a resolver conflictos o encrucijadas. ¿Quién no querría tener un disco duro repleto de información útil, aunque al incorporarla no supiésemos su utilidad?.
O sea que de los libros como del cerdo, se aprovecha todo. Mientras se lee ponemos en práctica nuestros sentidos e imaginación, robusteciendo nuestra capacidad reflexiva y de abstracción (el cine y lo visual nos da parte del trabajo hecho); y cuando lo hemos termino, un bloque de información discreta y subconscientemente queda alojada en nosotros.
No podemos perder esa oportunidad, ni individualmente ni la sociedad. Como ya comenté anteriormente, la vida sabe mejor si ganduleamos menos y leemos más.
Reblogueó esto en ACALANDA.
Me gustaMe gusta
Gracias Jose por dejarme compartir contigo cada una de mis lecturas, por saber transmitir la belleza de los libros a quienes como yo, en esta calurosa tarde de julio, sonreímos con tus sabias palabras.
Y déjame prestarte unos versos para tenerlas como «separador de páginas»:
«Puntilla blanca. Saciando el bermellón de tu sonrisa. Abrazando el mullido blanco de tus sueños. Lamiendo vida…Leyendo»
Me gustaLe gusta a 1 persona
PLACER ES UN LEER
Leer es un placer
genial, mental.
Ojeando espero,
al libro que yo quiero,
tras las estanterías
de bellas librerías.
Y mientras leo
la vida es un recreo
y a veces creo
que también un edén.
Tendido en mi sofá
el tiempo se me va
y el suspense hoja a hoja
en mi mente se aloja.
Venga ya el desenlace,
porque no dudo
que tras el nudo
es lo que más complace.
Desvela ya el final,
corre, dime quién es el asesino,
¿el que sutilmente clavó el puñal?
o el que yo me imagino.
La lectura la felicidad procura.
Me gustaLe gusta a 1 persona