El comer es un placer

Dieta milagrosa sin hacer dieta

Sabiamente decía don Quijote que “la buena salud se fragua en la oficina del estómago”. Además, en mi reciente viaje a Egipto, en los frisos, esculturas y pinturas de faraones, sacerdotes y nobles egipcios no hay gordos. No. Todos eran delgados, y nadie supo darme la explicación.

Como me encuentro con demasiado peso para mi estructura ósea y altura, según se fiscal implacable que es la báscula y mi mayor lentitud de movimientos, me he convencido de que debo aligerar el lastre de grasas. Mi meta sería obtener un peso en que no tenga que aguantar impertinencias ni miradas de arriba abajo, o consejos que no pido.

Tradicionalmente se decía aquélla sabia e infalible dieta “Menos plato y más zapato”. Pero hoy día, me de dejado llevar por lo que dicen los expertos sobre los distintos alimentos y he podido recopilar las siguientes conclusiones:

  • La leche no está pensada para los mamíferos humanos. Si se da la leche tratada y pasteurizada a un ternero fallece a los tres días. Además los productos lácteos no se libran de grasa ni de pesticidas. Fuera leche.
  • El café por la cafeína puede provocar ansiedad y riesgo de enfermedades renales, hígado y riñón.
  • El atún tiene omega-3 pero cuenta con niveles elevados de mercurio.
  • El salmón tiene muchos nutrientes pero la mayoría que proviene de piscifactorías presente carga de antibióticos y pesticidas químicos, además de niveles preocupantes de mercurio.
  • Donuts y bollería industrial, con alto contenido en grasas trans, que aumentan el “colesterol malo”.
  • El pan blanco, para ser tan blanco, ha sido privado de la mayoría de nutrientes y fibra, o sea, engorda sin atenuantes y además no ayuda.
  • El azúcar y la sal: asesinos blancos, harto conocidos, pero no aprendemos.
  • Los edulcorantes artificiales: más vale no saber su origen industrial, pero sí su efecto dañino.
  • Pasteles y tartas, normalmente con base de aceites hidrogenados y azúcar… Mirarlos alimenta pero comerlos destruye.
  • Patatas fritas… ¡Que belleza hiriente!. Tres en uno: Grasas saturadas, grasas tranas y colesterol. Las de bolsa, resultan más saludables si se come el envoltorio que el contenido.
  • Los refrescos light o dietéticos pueden ser peores que los que llevan auténtico azúcar, y su consumo se relaciona con problemas intestinales o diabetes.
  • Las frituras son la droga alimenticia: qué bienestar inmediato producen y que perjuicio a medio y largo plazo. Disparan los niveles de colesterol, matan neuronas y afectan a la memoria (si se congelan, peor aún).
  • Los zumos no naturales y los cócteles que los llevan, añaden calorías a tutiplén.
  • Fideos y otros productos de pasta “instantánea”, provocan problemas “instantáneos”, pues les falta fibra y añaden sodio, o sea, glutamato monosódico (GMS).
  • Pizzas y otras masas precocinadas, contienen aceites hidrogenados, con aumento de enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares. De las congeladas, no hablamos, porque te dejarían frío.
  • Las ensaladas envasadas, además de pesticidas cuentan con conservantes y están bajas de nutrientes, y si se acompañan con salsas, mala compañía…
  • Las espinacas, ni dan tanto hierro como decía Popeye, ni están libres de gran cantidad de pesticidas.
  • Las hamburguesas, ni están hechas en Hamburgo, ni advierten que incluyen ingredientes industriales de nocivo efecto.
  • Las fresas no ecológicas están contaminadas de pesticidas.
  • El salami, chorizo, salchichón, lacón y otras “carnes curadas” se relacionan con la hipertensión, carga de grasas saturadas y alto contenido en grasas.
  • Lo de las carnes grasas, como tocino, costillas o salchichas, hay que hacérselo mirar antes de envenenarse.
  • El cachopo, que tanta admiración despierta en mi Asturias querida, mezcla filete de ternera, jamón serrano y queso, convirtiéndose en el Capone de la mafia gastronómica: no perdona.
  • El alcohol es alegría para hoy y daños para mañana, y sobre todo, los alcoholes “blancos” (ron, ginebra, coñac, whisky, etc) son lo más negro para la salud,
  • Los restaurantes que ofrecen carne asada en parrilla, están llenando la los filetes, chorizos y costillas de humo cancerígeno, costra quemada tóxica y se aumenta significativamente el riesgo de cáncer de colon.
  • La mayoría de la comida de los restaurantes chinos “de tropa” incluyen glutamato, lo que provoca esos síntomas de mareo, rostro colorado o pesada digestión que se experimenta al salir.
  • Los restaurantes de sushi, van de sanos pero no está de más desconfiar de los sitios donde se come tal aluvión de ingredientes mezclados y presentaciones, que no se sabe realmente lo que se come, ni se conoce como y con qué se cocina eso que se come (aunque fácil es intuir que poco sobrante se tira).
  • La llamada comida basura lleva a que la basura te use de vertedero.

Con este panorama siento que, si fuese hipocondríaco, no comería absolutamente nada pues el ideal nutricional solo se conseguiría cosiendo los labios.

Este amplio recorrido me lleva a pensar: ¿si tan malos son los productos, por qué las autoridades no los prohíben o imponen advertencias como al consumir tabaco? Intuyo que la respuesta es doble.

La respuesta teórica: porque no hay unanimidad científica sobre tales perjuicios, o sobre qué cantidad determina los mismos. La respuesta pragmática: porque afectaría a la economía e infinidad de negocios.

Es verdad que se salvan la mayoría de las legumbres y la fruta, pero me temo que mi vida sería muy sosa y triste si a estas alturas me volviese vegetariano. También sé que sería infalible la dieta de la manzana: cuando apriete el hambre, tomar una manzana. Si sigue apretando, tome dos manzanas. Si continúa, tome tres manzanas… Después de la quinta manzana puede comer la cantidad que quiera de lo que quiera. No falla. (si no gustan las manzanas, puede probarse con melocotones o peras, y si se quiere comer menos unidades, puede probarse con melones o sandías).

En fin, mas allá de esta palabrería y ciencia mezclada, de dietas milagro y de guerra contra todo lo que comemos, cuatro frases certeras muy gráficas, me abren los ojos.

“Una coca-cola consumida equivale a 10 terrones de azúcar” (¡Caramba!)
“Un postre de tarta, helado o natillas, equivale a jugar un partido de tenis durante tres horas seguidas” (¡Diablos!)
“Un tomate maduro o un bollo perfecto y brillante supone masticar una bola de celofán plástico” (¡Pardiéz!)
“Tres tazas de café al día provoca ansiedad y trastornos de sueño propios de estados depresivos” (¡Cáspita!)
“Café + leche alta en grasas + azúcar + crema = bomba de relojería” (¡Hay que fastidiarse!)

Además me sirven de consuelo cuatro argumentos.

  • Primero. Lo malo resulta tan malo si se consume demasiado, no en cantidades moderadas.
  • Segundo. Lo que puede ser malo para otra persona puede no serlo para mí.
  • Tercero. Si me obsesiono por adelgazar, me convertiré en un gordito con enfermedad mental.
  • Cuarto. La mayoría de conocidos que han seguido dietas son reincidentes, y van cambiando de fórmulas dietéticas, mientras al igual que los árboles, añaden anillos a la cintura cada año. Como decía el chiste: ”Después de un mes a dieta, he perdido treinta días”.

Como soy mayor para pasar hambre, y no quiero esos medicamentos milagrosos de última generación que los famosos prodigan, ni tampoco embarcarme en la adoración al cuerpo de la juventud de gimnasio diario, adoptaré mi propio modelo de dieta personalizada. Al fin y al cabo, más vale fallar con el propio método que con los ajenos.

En consecuencia, procuraré quitar algunos asesinos identificados, como la sal, el azúcar y la bollería o postres. Las carnes rojas las pondré en libertad vigilada. También aplicaré una fuerte restricción al consumo de alcohol, aunque seré benévolo con la sidra, pues al y al cabo, en Asturias no tiene la consideración de bebida alcohólica a efectos publicitarios.

Me comprometo a aplicar una dieta estricta y rigurosa antes de comer, mientras espero los platos. Y mantendré el antídoto frente a las restantes comidas de dudoso efecto, que es la buena compañía al comer, de manera que el balance sea positivo, pues a veces, rondar el peligro (o la aventura de comer), si ese peligro sea afronta con buena gente, hace que las preocupaciones se reduzcan.

Así que seguiré feliz con mi barriguilla, porque tengo la fortuna de que cuando pierdo peso siempre me encuentra. Por eso en su día expresé mi elogio a la curva de la felicidad.


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1 comentario

  1. Cuando se teme a algo, aunque nos cause placer, es porque le hemos concedido poder sobre nosotros. Quitárselo es complicado porque es como desprenderse de una piel aprendida, como apagar a un ruido que lleva años fingiendo compañía.

    Sin embargo, hay cosas, rutinas y hábitos que consumimos a diario sin hambre. Son infinitas. Carecen de sabor. Y, aunque estén generalizadas, son destructivas porque nos hacen perder el tiempo, el alma y el sentido de la vida (esa urgencia absurda que no tiene destino; esas compras -compulsivas o no- de objetos prescindibles; esa estúpida realización de tareas o metas que no son las nuestras; ese seguir información sesgada, no veraz o programas deplorables; esos comentarios sin cariño; esos consejos con ego; ese seguidismo polarizado; esa angustia y tensión permanente por cualquier cosa; ese dejarse manejar por aprovechados o fulleros;…).

    Por eso, no tratándose de comida, hacer dieta no tiene por qué ser penitencia sino forma de mejorar nuestro paladar vital, dejar de tragar lo que nos desvitaliza y recuperarnos como personas.

    La dieta de lo innecesario (pensamientos que no nutren, cosas vacuas, falsos compromisos, tonterías, «moscardones», abusones y plastas), aderezada con saber decir no, alimenta la paz mental, el foco renovado y las ganas de hacer, crear y crecer

    La dieta de lo artificial (ocupaciones con hambre de reconocimiento, abuso de redes, móviles, me gustas y «deberías», visualización o lectura de porquerías y bienquedismo) te lleva a acercarte a lo honesto y auténtico y a protagonizar tu yo verdadero.

    La dieta del perfeccionismo, la insatisfacción o la culpa, la crítica o la queja permanentes, te sirve para quitarte importancia, no verte como víctima ni como héroe, ser más realista, positivo y alegre y aumentar tus posibilidades de ser feliz…o ser persona.

    Si, por el contrario, estás “canino” emocionalmente, el alimento adecuado es el abrazo y el beso (espontáneo y sincero). Y no es mal producto éste, no, porque alimenta nuestro espíritu, enseña a amar y, a ratos, te hace feliz.

    P.D. Magnífico fresco de contraindicaciones alimenticias endulzadas por la agudeza, la gracia visual (las viñetas de la señora del pandero mirándose al espejo y el perro pesándose son geniales) y la ironía de quien, riéndose de sí mismo, saber tomarse en serio. Gracias José Ramón.

    Siguiendo tu tesis mi paisano El Kanka hizo esta simpática canción titulada A dieta de dietas

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