Claves para ser feliz

La tragedia valenciana nos hará mejores

Por si no nos habíamos enterado tras las catástrofes climatológicas en el Caribe o la costa de Estados Unidos, o de la deriva enloquecida de la guerra de Ucrania y de la contienda de Israel y Gaza, los horrores de las fuertes lluvias con inundaciones salvajes en Valencia, demuestran con estremecedora cercanía la fugacidad de la vida, y lo inestables que son los pilares de consumo sobre los que alzamos nuestros objetivos en la vida.

Es inhumano no sentirse próximo a las víctimas y supervivientes de la recientísima tragedia valenciana, ni con sus familias, porque todos sabemos que es un castigo horrible sin otra culpa que estar en el lugar equivocado en el momento equivocado, y de eso nadie estamos o estaremos libres jamás.

Cada uno debe hacer su reflexión ante familias rotas, angustia por desaparecidos, pérdidas de vidas, viviendas devastadas y vehículos o enseres destrozados. No es un reality show ni una simulación de jueguito virtual. La vida, o más bien, su contrario, en estado puro. Terrible, doloroso e injusto.

Para miles de personas su vida no volverá a ser igual, y para los que la han perdido no hay presente ni futuro. Habrá quien piense en la fatalidad del destino, en culpar al calentamiento global, en señalar a un dios justiciero con razones reservadas, o sencillamente refugiarse en el consuelo que pueda darle la religión, o una visión estoica de la vida. Pero en cualquier caso, nadie debe dejar pasar la oportunidad (y necesidad) de una sincera reflexión interna sobre el mundo caótico, o en palabras del cantante Joaquín Sabina “Vida cruel y canalla, a veces te da ron y a veces cazalla”, lo que impone aprender de esta catástrofe, recordando las palabras de Isaac Asimov:

Mirar fijamente el peligro puede no ser agradable, pero cerrar los ojos no hará que el peligro desaparezca, y con los ojos cerrados seguramente serás destruido por él.

Veamos las reflexiones telegráficas que me atenazan.

PRIMERA. La vida pasa de emocionante a aterradora en un instante. De segura a inquietante. De la noche a la mañana pueden cambiar las reglas del juego social, económico o ambiental, y que tus cartas no valgan nada. La incertidumbre reina y nos gobierna.

SEGUNDA. El planeta y el clima tiene sus propias reglas. Las turbulencias climatológicas de efectos catastróficos golpean ciegamente. La Biblia hablaba del diluvio, fenómeno del cual también hablaban anteriormente los sumerios, aunque hoy día, como consecuencia de la facilidad de comunicación, podemos hablar de centenares de pequeños diluvios repartidos por todo el globo, sembrando muerte y desolación. Los hay y los habrá en el futuro: no hay vacuna.

TERCERA. La tecnología preventiva de siniestros está muy avanzada frente a fenómenos atmosféricos y catastróficos, pero sus pronósticos necesitan el factor humano para evaluar con rapidez la actuación a seguir y medidas. Es patente que en el caso valenciano hay un fallo humano, de uno o varios, de técnicos o políticos, de protocolos o normas. No se sabe pero lo sabremos. Habrá que tomar medidas para determinar responsabilidaes, y para que no se repita nada parecido.

CUARTA. En el tumulto del desastre brota la flor de la solidaridad. Las imágenes televisivas y por redes sociales, muestran una labor de vecinos y voluntarios para ayudar con tesón. Limpiando, reparando, acogiendo, cediendo, evocando el célebre “sangre, sudor y lágrimas”. Y llegan las donaciones, y las ofertas de empresas y entidades de ayuda. Una demostración colectiva de que el ser humano tiene su corazoncito, de que las catástrofes avivan nuestros valores y nos hacen repensar prioridades, sacándonos de nuestra zona de confort.

QUINTA. También afloran las espinas de los miserables en menor medida. Los que aprovechan para el hurto de lo abandonado, de tiendas o propiedades de los fallecidos. Lo peor de la condición humana, fruto de una total ausencia de sentido cívico y humanitario, por no decir, de una psicopatía que les impide valorar la desgracia ajena, y que siempre hay límites.

SEXTA. También asoma la sombra nefasta del esgrima político. Comienzan sutilmente a acusarse y pasarse la pelota. Es como discutir en el cementerio sobre la herencia. Ya habrá tiempo para investigar y saber, pero que el interés de unos pocos políticos no oculte el interés de todos en solucionar el problema urgente de desaparecidos, destrucción y privación de servicios básicos.

Debemos interiorizar esas enseñanzas para cuando la normalidad se restablezca. Las calles se limpiarán, los edificios se realzarán, los servicios básicos serán restablecidos y los vehículos y mobiliario puestos a punto, e incluso la alegría volverá a buena parte de los corazones.

Así suele suceder con todas las catástrofes que periódicamente nos intentan despertar de nuestra cómoda vida. Los muertos no sabrán por qué murieron y los arruinados se preguntarán que maldita lotería jugaron, mientras que el resto de nosotros pasaremos página confiando en que nuestra esfera vital siga tan normal, estable y previsible como queremos creerlo.

Así ha sucedido siempre, levantarse tras la caída, pero bueno será no olvidarlo cuando veamos noticias de otros lugares, más o menos alejados, donde los terremotos, tornados, volcanes o inundaciones siembran devastación, ruina y dolor. Nada de cambiar de canal, seguir zampando con ojos vacunos o suspirar cansino. No. Habrá que arremangarse, hurgar en la cartera o alzar la voz para que el manto de solidaridad llegue al lugar dañado.

Lo de ayudar al prójimo, entendido como el “próximo” tenía sentido cuando el conocimiento de las necesidades solo era en la cercanía, e igualmente limitadas eran las posibilidades de ayudar. Hoy día, todos están próximos, y no vale beneficiarse de la globalización para el consumo y tráfico de información y viajes de ocio, y no para echar un cable. Creo que es hora de cambiar de actitud, cada uno dentro de su capacidad y posibilidades. Yo lo intento.


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1 comentario

  1. ¡SÍ, ES VERDAD, EN ESTO TODOS SOMOS PRÓXIMOS!

    Lo confieso. Esperaba ansioso «su» artículo de fin de semana. Porque usted siempre está y a su humanidad (esa que cubre su persona y le identifica mejor que sus propios apellidos) siempre se le espera…cuando la ocasión lo requiere. Por eso, no me ha extrañado que, hoy, «su» edición sabatina haya madrugado tanto.

    Había mucho que reflexionar. Había mucho que lamentar. Había mucho que sentir. Había mucho que decir. Pero, sobre todo, había que «saber» sacarlo a la luz y traducirlo a palabras escritas. Pero, no de cualquier forma. Sino con pausa, sentido, racionalidad, sensibilidad y equilibrio, Y con, a pesar de todo, un deje «final» de positividad y esperanza «en el ser humano. Porque su línea editorial, tan convincente como convencida, siempre es de vida. Le felicito, José Ramón: ¡lo ha conseguido! Gracias, como siempre, de este humilde comentarista y lector agradecido.

    DE LA REALIDAD. Da mucho que pensar que, varios milenios después de ocurrir el llamado Diluvio Universal (que, en realidad, fue una «inundación», debida al deshielo de los casquetes en el mar Mediterráneo, que atravesó el estrecho de Bósforo hasta el Mar Negro y acabó cubriendo más de 96.560 km2), el hombre siga sorprendiéndose (pero qué mentecatos y botarates somos) de que es un ser frágil e insignificante y nada pueda hacer frente a la fuerza devastadora y desatada de la naturaleza…

    DE QUÉ HACER … Salvo intentar: no favorecerla (con el cambio climático: sequías, tormentas severas, huracanes, deshielos, ascenso del nivel medio del mar, acidificación de los océanos y olas de calor, inundaciones, etc.); prevenirla (con la creación de infraestructuras, la repoblación de bosques y no deforestaciones, la no construcción en zonas inundables -sísmicas o volcánicas-, la limitación de industrias y medios contaminantes; etc.); avisarla (con medios científicos que adviertan anticipadamente de su llegada singular, con políticos competentes que informen ¡a tiempo! de qué hacer -y no merezcan se callados para siempre- y con ciudadanos responsables que obedezca a los avisos); y evitarla a nivel internacional (con el reconocimiento efectivo y tutelable del dº humano universal a un medio ambiente sin riesgos, limpio, saludable y sostenible).

    DEL EFECTO INMEDIATO DE LO OCURRIDO «Los muertos no sabrán por qué murieron y  los arruinados se preguntarán que maldita lotería jugaron, mientras que el resto de nosotros pasaremos página confiando en que nuestra esfera vital siga tan normal, estable y previsible como queremos creerlo» (dixit JR Chaves). Si la civilización, en palabras de H.G. Wells,, es una carrera entre la educación y la catástrofe, hoy, la hemos perdido.

    DEL DESEO Y LA ESPERANZA. Levantarse tras la caída y seguir adelante. No olvidar la desgracia, aprender la lección y cambiar. Y ayudar al cercano y al lejano pues, en esto, ¡todos somos próximos! porque la muerte, los desastres, las desgracias y las tragedias nos hacen a ¡todos iguales!

    P.D «Los azotes físicos y las calamidades de la naturaleza humana hicieron necesaria la sociedad. La sociedad se agregó a los desastres de la naturaleza. Los inconvenientes de la sociedad hicieron necesario el Gobierno, y el Gobierno se agregó a los desastres de la sociedad. Esta es la historia de la naturaleza humana» (Nicolás Chamfort)

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