Ferias y festejos Viajes

¿Quién me está robando el mes de agosto

 La conocida canción reclamaba, emulando la pérdida del carro de Manolo Escobar, quién le había robado el mes de abril, y me temo que muchísimos de los que estamos ahora de vacaciones, nos sentimos o sentiremos así.

La desazón se debe, bien a que las vacaciones no son lo que esperábamos. No solo por buscar sol y acompañar chubascos, o a la inversa, sino por la brevedad del lapso vacacional, o bien porque la reincorporación laboral es implacable y dura, tan implacable como la carga de gastos en septiembre. De momento yo me quejo porque casi llevo agotada la mitad de las vacaciones.

Es curioso que los seres humanos vivimos esperando descansos. Trabajamos once meses esperando ansiosos el mes de vacaciones. Trabajamos de lunes a viernes esperando ansiosos el fin de semana. Trabajamos cada día de la semana esperando la salida del trabajo para irnos al atardecer a nuestras cosas o refugiarnos en nuestra casa. Y arrancamos la jornada de mañana o tarde en la idea de que haremos una relajante pausa de café.

Nos pasamos la vida esperando “tiempos muertos” o de tregua laboral. Me pregunto si no deberíamos cambiar de estrategia. Intentar disfrutar el tiempo de trabajo para que se convierta en menos trabajo, o sea, más descansado. Por algo Confucio decía aquello de “elije un trabajo que te guste y no tendrá que trabajar ni un día de tu vida”.

Deberíamos considerar cada día como si fueran unas vacaciones. O al menos, disfrutar de lo que etiquetaría como “microvacaciones”, esto es, momentos placenteros de disfrute pleno en cada día, aunque sea dentro del trabajo, paseando o leyendo, o con una mascota. Esos momentos de ensoñación, de relajo, de compañía, de deporte, o sencillamente mirando las estrellas o el cielo azul, pueden encerrar unas dosis de felicidad nada despreciable.

Como dicen los mexicanos, yo me “he tomado el bocadillo antes del recreo” pues ya viajé a Italia la última semana de junio, y me toca quedarme el resto de vacaciones en mi Asturias, pero no sufran que disfruto de lo lindo entregado al dolce far niente. Así que, voy a ser malvado y defender a los que no pueden, o no quieren ir de vacaciones fuera de su residencia:

– ¿Hay algo más agotador y estresante que unas vacaciones planificadas en tiempo y espacio? Sospecho que debe haber algo de penitencia en los supuestos viajes de veraneo, cuando sustancialmente cambiamos nuestra zona de confort por un viaje compartido en avión, con hotel masificado y callejuelas repletas de personas que van y vienen.

– Los viajes de vacaciones son como los erizos de mar, que resultan muy laboriosos para abrirlos, limpiarlos y tirar las cáscaras, todo para saborear las gónadas. Y así, de los viajes que paladeamos, debemos quitarle la introducción (el viaje de ida) y el desenlace (el viaje de vuelta), y los tiempos de idas y venidas por paisajes, museos, fiestorros o ágapes.

– Cuando viajamos con ansiedad para tomar fotos y subir comentarios a redes sociales, de forma ansiosa, nos convertimos en reporteros mal pagados.

– Solemos pensar que las vacaciones fomentan el vínculo con la familia, pero paradójicamente las tensiones intergeneracionales aumentan con la coexistencia, e incluso sube el nivel de divorcios tras las vacaciones.

– Lo de viajar a otros países que no se conocen, está muy bien, pero tal y como “está el patio internacional” no parece una buena elección jugar a la ruleta rusa (nunca mejor dicho).

– Hay documentales que desde el sofá de tu casa te teletransportan a cualquier lugar deseable, con mayor eficacia que tus cansados pies bajo un clima tórrido y con ganas de que acabe el paseo ( o deseando que el guía no intente demostrarnos todo lo que sabe, o que llegue la hora del tentempié).

–  Cerrar los ojos desde una simple hamaca en una playa española en septiembre, nos puede llevar mentalmente a Balí o las Maldivas, pasando por Manhattan. Lo ridículo es veranear en la playa de Balí, cerrar los ojos y recordar cosas del trabajo.

Los psicólogos han explicado que existe una discordancia en la interpretación de las vacaciones cuando se planifican con tiempo y cuando se aproximan o se está en pleno disfrute, y ello, por lo mismo que existe distancia entre “lo pintado y lo vivo”. Al planificar se valoran las vacaciones con “abstracción” y en la mejor de las hipótesis posibles (“sol y diversión”, “Qué bueno viajar”, “Un mundo de vida y color aguarda”,etcétera). En cambio, cuando se aproxima la partida, el zafarrancho de detalles del viaje, equipaje y dejar atadas las cosas, se vuelve una sobrecarga hasta el punto de que algunos se arrepienten (¡con lo bien que estaría en casa!). Y cuando se disfrutan las vacaciones, la cruda realidad invade, con saldo normalmente positivo, pero siempre con pequeñas sombras y desajustes, y eso tanto si el plan vacacional es “no hacer nada”, como “hacer todo lo posible para disfrutar al máximo”.

Es cierto que la inmensa mayoría de los veraneantes codiciamos las vacaciones para entregarnos a los llamados “placeres culpables” esto es, a actividades de relajo y autocomplacencia directamente encaminado a calmar nuestro lado libre, o incluso salvaje. Es más, solemos engañarnos pensando que durante las vacaciones no envejecemos, no enfermamos ni pueden sufrirse accidentes o contratiempos. Incluso muchos queremos creer que las calorías añadidas en vacaciones no cuentan.

Sin embargo, el azar es caprichoso. Me ha hecho pensar la noticia de ayer del vuelo de avión que se estrelló en Sao Paulo (Brasil) con el trágico balance de 62 personas muertas. También me ha hecho pensar la sorprendente circunstancia que diez personas se salvaron por no llegar a tiempo a la correcta puerta de embarque por un error de información.

Me imagino a estos pasajeros en tierra, maldiciendo la errada información facilitada al observar la puerta de embarque cerrada y su avión volando…hacia una destrucción que no figuraba en la hoja de ruta. Seguramente, ahora estarán bendiciendo el error sufrido por el funcionario de aeropuerto o la torpeza del propio pasajero o acompañante que les impidió llegar a tiempo.

Pero como el azar o el destino gobiernan las vidas y no pueden controlarse los imprevistos, mejor disfrutar del descanso a tiempo real.

En fin, que les deseo continúen sus vacaciones o que las inicien felizmente. Seguro que lo merecen. Al fin y al cabo, somos como nuestros móviles: necesitamos recargar la batería.


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2 comentarios

  1. Curioso lo del avión. Me recuerda al recuerda al viejo cuento de la Muerte en Teherán, el cual descubrí leyendo El hombre en busca de sentido, ¡Justo el pasado domingo! Casualidad, supongo.

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  2. Agosto comienza de verdad cuando no sabemos el día que es o todos los días de nuestro calendario mental son sábado. Sin embargo, no hay un agosto igual a otro. El actual no es excepción. Personalmente lo necesitaba y me ilusionaba. Pero al final, como siempre, las circunstancias han mandado.

    Entre despedidas forzosas de seres queridos que, no por ser ley de vida, son menos dolorosas ni dejan menos vacío; entre manadas turísticas infinitas que te hacen dudar si eres tu -el nativo- el que sobra; entre fondos sin sentimiento ni cara que, a golpe de talonario, se han adueñado del Centro de Málaga, lo han convertido en un zoco y le han despojado de parte de su naturalidad, autenticidad y gracia; entre ruidos, luces y bulla hasta altas horas; entre olas de humedad y calor interminables; entre Juegos Olímpicos, alguna serie y algo de estudio y trabajo…tengo sensación de que me están tangando el mes de agosto.

    Si nos paramos a pensar lo casual (es decir, el azar y la buena o mala suerte), no solo lo causal, puede condicionar nuestra vida. Les pongo un ejemplo. En la recién terminada Olimpiada, nuestra Carolina Marín estuvo a punto de caer eliminada en octavos de final de Badminton. Jugó mal pero, como le sobra clase y coraje, se rehízo y acabó ganando a Zhang en el último set (por un ajustado 21 a 18). En semifinales, jugo bien y cuando tenía el partido ganado (21-14 y 10-4), en un mal gesto, se volvió destrozar la rodilla -era la tercera vez-. Se tuvo que retirar. Ni final, ni medalla, ni…probablemente futuro deportivo. Sin embargo, si hubiera perdido en octavos (como probablemente mereciera), aunque habría sido criticada con saña -ya saben cómo somos-, tendría su rodilla sana y podría seguir compitiendo.

    Las estaciones de la vida, también sus agostos, se reparten entre justicias e injusticias. Alegrías y penas. Despertar admiraciones, querencias y amor/es y dormir pesadillas, angustias y horror/es. Hay que aceptarlo y asumirlo. Porque así es la vida.

    P.D. A veces, con lucha, sacrificio y valía, lo imposible puede ocurrir. Arshad Nadeem es un pakistaní que ha resultado campeón olímpico de jabalina. Solo tenía una jabalina con la que poder practicar (lo normal son 6 o 7). La adquirió en internet, vía colecta crowfunding, gracias a su amigo y competidor el indio Neeraj Chopra (que quedó subcampeón). Entre eso, el cuidado de su alimentación y la mejora técnica de sus movimientos se ha coronado, entre la incredulidad de muchos, como el mejor. Las autoridades se negaron a darle ayudas. Ahora, a pesar de aquéllas, es héroe nacional. https://www.sport.es/es/videos/juegos-olimpicos/20240811/historia-detras-arshad-nadeem-jabalinista/106906548.shtml

    Gracias José Ramón, por tu fresca y siempre esperada visita agosteña. Disfruta y aprovecha lo que puedas.

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