Sonriendo al borde del agujero negro

 Entre crímenes, desastres naturales y trifulcas políticas salta la noticia de que se ha fotografiado un “agujero negro”. Por fin una buena noticia. Al menos algo que a todos nos sorprende y nos parece bien.

Resulta que el consorcio Event Horizon Telescope (EHT), confirma la existencia de ese extraño fenómeno de nombre siniestro, anticipado por la teoría de la relatividad de Albert Einstein. En todo caso se impone alguna reflexión superficial, pero reflexión de un humilde terrícola.

Confieso que me sorprende que se pueda fotografiar un “agujero negro”, pues se llama “negro” porque el agujero se traga su propia luz y se hace invisible ( me recuerda los dibujos animados de la pantera rosa que armada con una aspiradora le tragaba la cola, el cuerpo y finalmente la aspiradora se tragaba a sí misma).

Es más, tampoco creo que ese “agujero negro” deba ponerse muy chulito porque tiene un collar brillante pero no es precisamente la sonrisa de la Gioconda. Cualquiera que vea esa foto sin saberlo podrá identificarlo como:

a) Un ojo enrojecido;

b) Un donut;

c) un botón;

d) una foto de móvil al sol con el objetivo tapado por una mosca posada en su centro.

   Pero no seamos desconfiados, pues se trata de un agujero negro real, porque está tomado con nada menos que con ocho telescopios conectados que se centran en algo que está a 500 millones de billones de kilómetros de distancia..¡ eso es precisión! ¡¡ y no sale movida!!. Aunque la próxima versión del iphone seguro que también lo puede hacer. No es para tanto, al fin y al cabo basta con un equipo de cinco mil personas, manejar un millón de gibabits de datos, usar una pizarra, poner el caballete y hala, hecho. A seguir cazando “agujeros negros”.

Más me sorprende que se haya conseguido ese éxito con un trabajo en equipo, lo que encierra una valiosa advertencia a los seres humanos en tiempos en que lo individual, lo egoísta y lo solitario parece que se cotiza más.

Me maravilla que haya personas tan inteligentes que consigan concebirlo, identificarlo y crear un algoritmo para fotografiar algo que se supone está al otro lado del otro lado. Eso me hace pensar en lo ignorante que soy. Ni comprendo bien la teoría de la relatividad ni los que la entienden ( la mitad de los que dicen entenderla, por cierto) saben cual va a ser la conducta de estos agujeros negros, como inmensos virus descontrolados.

Además esta información me lleva a volver a pensar lo pequeñito que soy y lo pequeñitas que somos las hormiguitas humanas en el universo , desde nuestra galaxia, la número 78.324.185 bis, pasillo dos, dejando a la derecha el agujero negro y otro negrísimo que se traga al anterior.

Las preguntas brotan implacables: ¿quién lo puso ahí?, ¿ que mensaje encierra saber que el Universo cuenta con un gran “sumidero”?,¿ y saber que hay millones de esos sumideros?,¿ y confirmar que siguen su función de aspiración de forma inexorable?

Lo que resulta realmente inquietante es que todos los científicos especializados, tan sabios con sus batas y fórmulas, confiesan que en el centro del agujero negro el espacio-tiempo se vuelve infinito y se produce una singularidad, donde las leyes físicas no funcionan.¿¿ Queee??? ¡ Caramba! Esto ya me resulta conocido. Cuando no se sabe algo hay que ponerle nombre, lo llamamos “singularidad” y a otra cosa mariposa.

Pues me temo que el mundo cotidiano y terrenal nos muestra infinidad de “singularidades” o situaciones donde las leyes de la cortesía, las leyes de la solidaridad, las leyes del respeto medioambiental, las leyes democráticas, las leyes jurídicas, las leyes éticas… no funcionan. Podemos llamarlo “singularidad” y nos sentiremos mas tranquilos.

Me temo que los “agujeros negros” los tenemos todos mas cerca de lo que creemos. Los tenemos en nuestras relaciones conflictivas con algunas personas, en la lucha contra el cáncer, en respetarnos más, en nuestras precarias cuentas bancarias y los tenemos ante las próximas elecciones, cuyos resultados son igualmente impronosticables.

Eso sí, esta noticia me inquieta porque el sumidero no se para, así que tengo que darme prisa, acabar este escrito, comer en un restaurante japonés, estirar las piernas, hacer unas cuantas llamadas, leer un puñado de libros y luego sentarme en la mecedora del porche a mirar el horizonte. Y ver el sol. Ahora ya no lo veo igual. Para los antiguos el sol era fuente de vida, siempre ahí, marcando el paso del tiempo. Ahora es un príncipe destronado. El lado oscuro, el agujero negro existe y ha venido para quedarse. Además este agujerito negro cuenta con una masa equivalente a 6.500 millones de soles, lo que deja a nuestro sol acomplejado y en muy mala situación.

Pero no seré un traidor. Seré fiel a mi Sol. En vez de pensar en quimeras, en fenómenos lejanos y complejos que no comprendo, me quedo con mi Sol, con nuestro Sol que nos saluda todos los días, ese que sale por el este y se pone por el oeste, el que nos respeta el sueño. El que se deja ver si telescopio. El que nos da calorcito. Es mas cercano y familiar, y hay que valorarlo más. Como todo en la vida. Valoremos más lo que tenemos cerca y no soñemos con lo que está tan lejos que nos resulta incomprensible e inalcanzable.

La clave está en forzar la vista y buscar “agujeros blancos”, están mas cerca y accesibles. Gente buena y lugares mágicos. Es mas fácil y me hace sentirme mejor.