Un poco de cortesía japonesa nos viene bien

No he visitado Japón ni parece que mi tiempo, agenda ni dinero me permitan hacerlo.

Sin embargo, he visto un documental sobre la vida cotidiana de los japoneses, y admitiendo los inevitables defectos y carencias de toda cultura, creo que tenemos mucho que aprender de ellos.

Aquí van algunos ejemplos de sus modales y cortesía que me maravillan y que pueden servir a quien visite ese país, o a quien quiera aplicarlo en el nuestro.

• Sonríen muchísimo y cuando ríen, se tapan la boca con pudor.
• No apuntan con el dedo, que es amenazante. Se extiende la palma.
• No tocan la bocina insistentemente en los atascos. Toquecitos prudentes de aviso.
• Piden perdón cuando no consiguen explicarse, cuando están enfermos y te hacen preocupar, y siempre se disculpan si no son puntuales.
• No se sirven la bebida en su propio vaso, sino que la sirven a los demás y esperan que alguien haga lo propio.
• No les gusta el contacto físico con abrazos y palmadas, y tampoco les gusta exhibir partes de su intimidad en lugares públicos.
• No dejan propinas y si un turista lo hace, posiblemente el camarero le persiga para devolverlo.
• No les gusta ver la suciedad, y los papeles tirados se los llevan para depositarlo en el lugar adecuado.
• No estornudan y tosen en grupo si pueden evitarlo, y se apartan.
• No les agrada la soberbia y siempre consideran el mérito del grupo (amigos, familia o empresa).
• No se preguntan qué beneficio puedo sacar u obtener sino el que pueden obtener para ser mejores personas o grupo solidario.
• No atronan con sus dispositivos musicales o uso de móviles a los que les rodean.
• No se saltan la cola de espera ni saltan semáforos como peatones ni conductores.
• No replican e insultan si alguien pierde los estribos.
• Hablan poco pues el silencio demuestra sabiduría o control (un proverbio japonés lo explica: “El pato que canta es el primero que recibe el disparo”).

Y sobre todo, respetan mucho la privacidad. La discreción. De hecho, el tiempo que dedican a las redes sociales es de los menores del mundo. Ni curiosear vidas ajenas ni exponer la propia.

Me pregunto si la longevidad de los japoneses tiene que ver con esa serenidad y modales ante la vida. Al menos explica que sea el país mas limpio del mundo. ¿Por qué son así?. ¿Será porque es un pueblo aislado y rodeado de mar?, ¿será porque los terremotos y las guerras les han enseñado?. ¿Se deberá a que hay pocos españoles?

Lo cierto es que los niños japoneses no tienen exámenes hasta los 7 años, pues antes en las escuelas y familia, aprenden a convivir, a respetar a personas y animales, el trabajo en equipo, a ser generosos y controlarse. Les enseñan a pensar en lo que sienten los demás. O sea, ellos aprenden en siete años lo que yo llevo toda la vida intentando dominar.

Un mundo curioso. Una cultura fascinante, que se ofrece visualmente en la colosal obra Tokio, Diario urbano (Ed. Amarante, 2019) de Ignacio de Tomás, con asombrosas fotografías solo superadas por la realidad de esos momentos de la gran ciudad y la gran cultura, ofreciendo un mosaico delicioso y apacible. Una forma de visitar Tokio, Japón y sus momentos a través de bellas e impactantes fotografías.

En fin, que esto me demuestra que hay otros mundos posibles, otras formas y maneras de comportarse. No creo que la cultura japonesa desembarque en España, y creo que posee otros lados negativos, pero no vendría de más un esfuerzo por adoptar algunos de estos hábitos.

Creo que nos iría mejor. Yo lo intentaré.