Hay momentos mágicos. Grabados a fuego en la memoria y que nos reconcilian en el viaje por este mundo.
Los del enamoramiento (ya seamos adolescentes o maduritos), el triunfo de la vida (nacimiento de un hijo, diagnóstico favorable sobre la salud de seres queridos, etc), la superación de una frontera física o psíquica con el propio esfuerzo, la visión de un arco iris intenso o de una sobrecogedora tormenta nocturna, una obra arquitectónica imponente (el Taj Mahal), un paisaje que deja sin respiración (cataratas de Iguazú) una pintura que te habla o grita (Munch, Velázquez, Dalí…), una reflexión interior que sacude tus propios límites (religiosa, vital, personal), un libro que nos atrapa y que quisiéramos fuese interminable, una película que nos lleva a mundos nuevos,etc
Pero también hay pequeños momentos mágicos. Sencillos, íntimos y valiosos.
Una reunión con buenos amigos, con tertulia, en torno a un mantel y con buenos manjares. Soltando opiniones tal y como pasan por la mente. Alternando risas y seriedades. Discutir, gritar, jalearse… diálogo cruzado y vivo, buen vino en una atmósfera cálida… Nada de comidas de trabajo ni almuerzos en compañía forzada, ni comida de plástico con bandeja, ni delicatessen reconocibles solamente por su precio… Buena compañía con espontaneidad, y ambiente de servicio cordial y de calidad, con sabores caseros ya olvidados.
Uno de estos saraos tuvimos recientemente en Casa Viri, una “casa de comidas” de Candamo (a 30 kilómetros y otros tantos minutos de Oviedo) cuyas excelencias ya comenté en otro post que recomiendo vivamente a quienes quieran contar con un lugar especial donde disfrutar de placeres gastronómicos únicos en un marco incomparable. Hay que verlo, comerlo y vivirlo para creerlo. Y como prueba, aquí tenemos a cuatro amigos comentando en mesa camilla los placeres del lugar, con mayor valor porque todos somos juristas y ya se sabe lo críticos e insatisfechos que solemos ser…
Pasen y vean los secretos de la fabada, del buen postre y la calidez del bon appetit.
Cierto JR, el LLar de Viri es un paraíso gastronómico, y perderse una tarde de sábado entre sus visillos de luz y vida, amarradas las manos al calor de los amigos, es un placer hecho sonrisas…Soy afortuna, porque yo estuve allí, como tantas veces, con el mismo júbilo tatuando el pecho.
Y recuerdo que entre plato y plato surgieron unos versos dedicados a la fabada que sólo Viri sabe hacer…
«Desciende suave, se paladea turgente. Blanca. Protegida entre rojos y violetas. Balanceándose en los paladares de todas las bocas que antes se besaron. Cerrando los ojos se queda en el recuerdo. Fabada».
Gracias por traerme de nuevo, JR, el sabor de esos instantes.
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Por Dios!, yo creo que esto es un ilícito penal, hablar a estas horas de fabada, compango y otros manjares, esto es tortura.
Gracias por la información, habrá que ir.
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